Imagine, estimado lector, que recibe un día una invitación para un prestigioso club con pocos miembros. Para ser miembro de este club le piden tener un nivel de ingreso elevado, algo con lo que espera contar pronto, pero además le exigen ser atlético, hablar tres idiomas y contar con dos posgrados. Usted lo piensa: la verdad es que muy atlético no está, solo habla español y en inglés no pasa del verbo to be, y aún no acaba la universidad. Pero ser miembro del club le trae indudables beneficios: además de codearse con los selectos miembros, ser parte de esta institución le daría prestigio. Por cierto, su vecino también fue invitado y pronto será miembro ¿Qué hace usted? Pues se pone a hacer ejercicio todos los días, empieza sus clases de idiomas y se queda estudiando en la universidad. El día que le dan su carnet de socio se da cuenta que en el proceso ha cambiado y está mucho mejor.
Esta metáfora simplona sirve para ilustrar lo que ha sucedido (y ojalá sucederá) con Perú y su invitación reciente a la OECD. ¿Aún no sabe lo que es la OECD? Es una organización de cooperación creada en 1961 y que agrupa a las economías más ricas del planeta. Actualmente cuenta con 34 miembros, y además de “promover políticas para mejorar el bienestar económico y social de la gente alrededor del mundo” (como señala su misión), es un importante espacio de discusión y de cooperación. ¿Pero Brasil y Rusia también están ahí? Si, la OECD ha admitido más miembros de los originales con el fin de reconocer nuevos actores en el escenario global y de mejorar la discusión de la política económica.
El 30 de junio de este año Perú se incorporó formalmente al “Programa País” luego de aceptar la invitación de la OECD para ser un país miembro. Hubo ceremonia con foto oficial en Paris. No es que el Secretario General de esta institución se haya sentido inspirado un día y dijo invitemos a Perú a ver qué pasa. Había ya un trabajo de varios años coordinado por Cancillería, la Presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de Economía. Señalaba en una columna anterior (Nuevo ministro, misma agenda) que cuando me enteré me parecía increíble. ¿Perú en la OECD? ¿Y qué va a hacer Perú ahí? ¿Vender chullos? El Programa País es el primer paso a partir del cual Perú iniciará el camino para alinear varios de sus indicadores a los estándares de la OECD. ¿En qué se beneficia el país? Pues como señalaba el ex ministro Miguel Castilla, el país podría sacar provecho de las mejores prácticas internacionales. ¿En términos simples? Mejorar nuestras políticas públicas y adoptar mejores regulaciones. En una sola palabra: instituciones. Ese es un concepto en el que todos los economistas están de acuerdo (aunque no lo crea) pues el desarrollo de las instituciones está íntimamente ligado al desarrollo de un país. Además, ser parte de la OECD tiene el potencial efecto de mejorar la reputación del Perú y atraer más inversión. Por otro lado, de los países de la Alianza del Pacifico, México y Chile ya están adentro, y Colombia ya está en camino.
Si lo anterior te suena a palabreo y crees que no pasa nada, Perú está una mejor posición perteneciendo a la OECD que fuera de ella. Ser parte de una institución no nos va a transformar en un país del primer mundo. Eso no ha pasado antes con ningún país latinoamericano, ni va a pasar con Perú. No nos vamos a despertar un día y descubrir que Perú se ha transformado en algún país nórdico. Pero el proceso de incorporación a la OECD pone en la agenda nacional medidas que deben ser abordadas y que de otra manera no se plantearían. Tanto nos quejamos que nunca se piensa en el largo plazo, y he aquí la oportunidad de oro para empezar a trabajar en él. ¿Cómo? Con políticas de corto plazo. Decía Keynes que en el largo plazo todos estamos muertos (aunque él lo decía en otro contexto). Las medidas necesarias para llegar hacia “el país del primer mundo que queremos ser” se basan en pequeños cambios que suman.
Casi todos han alabado la medida. Pero no todos están contentos. ¿Cómo Perú puede ser parte de la OECD? ¿Cómo engañan a la población con cuentos del primer mundo? Por ejemplo, leía un par de columnas en Perú 21 que señalaban que “sabe mal el apuro de ministro Segura y CADE por llegar al primer mundo”. ¿Apuro por continuar una gestión que empezó en el gobierno de Alejandro Toledo y se mantuvo en la época de Alan García? ¿Apuro por hacer las cosas a tiempo? El anuncio del ministro Segura no está orientado a que la economía crezca de aquí hasta Navidad. Esta gestión trasciende la agenda de este gobierno. Además señalaban que “las reformas no se hacen solo con tecnocracias sino con una estructura política que está ausente en el Perú”. ¿Qué quiere decir estructura política? ¿Instituciones? ¿Un sistema de partidos? Bajo esa lógica, las reformas en el Perú serían imposibles. O que esto “no satisface al ciudadano de a pie”. Entonces pan y circo para el pueblo, para que feliz y contento se quede en el tercer mundo. El progreso no se alcanza con un termómetro de popularidad, sino con medidas destinadas a incrementar el bienestar de la población. Y eso puede tomar años y no tener efectos inmediatos. Finalmente, me sorprendió leer esto “¿es realmente conveniente apresurarnos para llegar a la OCDE?” ¿Apresurarnos? No, nos apresuremos. Esperemos cincuenta años más y recién entonces nos acordamos.
Felizmente la gente a cargo de este proyecto no se guía por columnas con poco fundamento y mucho palabreo. Así, todo apunta a que seguiremos en la dirección correcta. El 2021 el presidente que llegue al gobierno se va a beneficiar de una gestión de los cuatro gobiernos anteriores. Tan solo eso, ser consistentes en un proyecto por más de un gobierno, nos aleja del tercer mundo y nos acerca un poco más al primero.