Recuerdo cuando año de graduado de abogado en 1989, y estando de visita en Washington D.C., pasé de casualidad por el Hotel Watergate y recordé el famoso escándalo ocurrido en ese lugar y que tuvo como su más grave consecuencia, la dimisión del presidente Richard Nixon en agosto de 1974. ¿En qué consistió el llamado “escándalo Watergate”? El escándalo estalló un 17 de junio de 1972 y debe su nombre al edificio Watergate, local en donde operaba el Partido Demócrata. En la madrugada de ese día, cinco hombres fueron detenidos mientras trataban de instalar equipos electrónicos de espionaje, entiéndase de “chuponeo”. Eran tiempos de campaña electoral y entre los detenidos se encontraba el jefe del servicio de seguridad del comité de reelección del entonces presidente Richard Nixon. Cuando el caso parecía entrar en el olvido, Bob Woodward y Carl Bernstein, dos periodistas del diario “The Washington Post”, revelaron detalles del asunto y acusaron a Nixon de tratar de congelar las investigaciones. Estos periodistas fueron «guiados» por un misterioso personaje al que bautizaron como «garganta profunda», el cual llevó a los reporteros a descubrir el caso de espionaje en el que estaban implicadas las más altas instancias del Estado. Cabe mencionar que 33 años después de los hechos, el ex directivo del FBI Mark Felt, confesó que él fue «garganta profunda». Murió el 18 de diciembre de 2008. Pocos años más tarde, en 1976, el exitoso film “Todos los hombre del Presidente”, con los actores Robert Redford y Dustin Hoffman, escenificaría muy bien el escándalo en cuestión.
Ante la evidencia de espionaje, se formó una comisión investigadora del Senado y casi todos los colaboradores de Nixon renunciaron a sus cargos, envueltos en una red de sospechas. A partir de entonces, y durante dos años, fueron surgiendo cada vez más elementos que comprometían la actuación de Nixon. Aunque al principio se defendió negando tener conocimiento del hecho, finalmente admitió las acusaciones. En las elecciones siguientes, Nixon y su vicepresidente Spiro Agnew fueron reelegidos, pero el escándalo no cesó. El 24 de julio de 1974 la Corte Suprema acusó al presidente de «obstruir las investigaciones judiciales», «abuso de poder» y «ultraje al Congreso», y de haber utilizado a la CIA y el FBI con fines políticos. Nixon renunció el 8 de agosto a su cargo de presidente. “Generosamente”, su vicepresidente Gerald Ford, accedió a la presidencia e inmediatamente otorgó un perdón incondicional a Nixon el 8 de septiembre de 1974. Favor con favor se paga.
En resumen, la administración republicana de Nixon había realizado actividades ilegales durante la campaña electoral de 1972. La existencia de cintas magnetofónicas incriminatorias del presidente y su negativa a ponerlas a disposición de la justicia llevaron a un duro enfrentamiento entre los poderes ejecutivo y judicial. Inclusive existían grabaciones de conversaciones que tuvieron lugar en la propia oficina del presidente, el famoso salón oval de la Casa Blanca desde principios de 1971, de cuya existencia informó el testigo Alexander P. Butterfield. Estas cintas fueron las claves principales del escándalo. La opinión pública forzó finalmente a la entrega de esas cintas, pero una fue alterada y dos desaparecieron. Crecientes evidencias sobre la culpabilidad de Nixon y de altos funcionarios llevaron a que se iniciaran los procedimientos del «impeachement«, esto es, el juicio al presidente. A principios de agosto de 1974 Nixon tuvo que entregar transcripciones de tres cintas magnetofónicas que claramente le implicaban en el encubrimiento del escándalo. Se confirmó que Nixon tenía un sistema de grabación de cintas magnetofónicas en sus oficinas y que había grabado una gran cantidad de conversaciones dentro de la Casa Blanca. En otras palabras, Nixon no sólo gravaba conversaciones de sus enemigos políticos, sino también de su propia gente amiga del partido.
Es interesante mencionar que al conocerse la existencia de un sistema de grabación y espionaje de conversaciones dentro de la Casa Blanca, la comisión del Senado reclamó la entrega de las cintas de grabación registradas por la propia oficina presidencial de la Casa Blanca, pero Nixon se negó a ello alegando que la inmunidad presidencial se extendía a sus comunicaciones. La comisión del Senado replicó entonces que esta inmunidad no podría invocarse para ocultar actos delictivos cometidos por el presidente o sus asesores. Ante estos hechos, Nixon tuvo al menos un mínimo de decencia y demitió. Esto fue en resumen el escándalo Watergate.
Salvando las distancias, hace pocos días el presidente Humala negó que su gobierno haya dispuesto un “reglaje” (chuponeo) a la vicepresidenta Marisol Espinoza, según denuncias periodísticas, rechazando “tajantemente que ello se haya producido”. En un mensaje al lado de todos sus ministros como “apoyo moral”, lo cual me hizo recordar los mensajes “presidenciales” durante la dictadura militar, en la cual se veía al general Velasco o a Morales Bermúdez acompañado de todos sus ministros militares. Marisol Espinoza había manifestado con antelación su “indignación” y “repudio” por lo que calificó de “prácticas delincuenciales”.
De otro lado, en un arranque de “audacia” y decisión, Humala manifestó que como muestra de transparencia, ha dispuesto “que el plan de inteligencia desarrollado en esa zona (exteriores de la vivienda de Espinoza), sea expuesto en detalle a la Comisión de Inteligencia del Congreso”… agregando que “el perseguimiento de opositores no tiene cabida en mi Gobierno… Somos los principales interesados en aclarar estas denuncias… en impedir que prácticas antidemocráticas avancen en nuestro país”… recordándonos que “la real tarea de la Dirección Nacional de Inteligencia- DINI es la de servicio a la sociedad en la prevención del crimen organizado y el terrorismo…”.
Finalmente, Humala declaró que ha “dispuesto la inmediata y total apertura de las puertas de la DINI a las investigaciones que tengan a bien hacer el Congreso y el Ministerio Público. Esta apertura incluirá un amplio acceso a la información clasificada pertinente”. Concluyendo que su gobierno no aprueba “ningún acto que ponga en peligro los principios de la democracia y el derecho”. ¿Políticamente, le convendrá al presidente que se abra esta información de la DINI?
Pregunto: ¿Piensa acaso el presidente Humala que los peruanos somos estúpidos y que creemos ingenuamente todo lo que nos dice? ¿No sabe acaso el Sr. Humala que en todos los países del mundo, el servicio de inteligencia de un país, “espía” o “hace seguimiento” a los enemigos u opositores del régimen, incluyendo a los del propio partido gobernante? ¿Algunos de ustedes se imagina al Presidente Obama reclamándole a la CIA o al FBI, el haber espiado o hecho seguimiento a algún personaje, funcionario o político norteamericano de oposición o del propio partido? ¿Permitiría Obama que se abran los archivos de la CIA o del FBI así porque sí? ¿No sabe acaso que ese fue el método creado e implementado por J.Edgar Hoover cuando asumió el cargo de primer Director del FBI en 1935, el cual es seguido por todos los servicios de inteligencia del mundo, aunque no lo digan obviamente? Hoover utilizó al FBI para perseguir y acosar a disidentes y activistas políticos durante el Macarthismo, las protestas contra la guerra de Vietnam y los movimientos a favor de los derechos civiles, además de acumular archivos secretos sobre la vida de numerosos líderes políticos y obtener pruebas mediante procedimientos ilegales. En consecuencia, Hoover acumuló un gran poder -¿No les recuerda a un tal Montesinos?-, el suficiente como para intimidar y amenazar a los ocho presidentes con los que convivió durante su vida como director hasta su muerte en 1972.
De allí que, en materia de chuponeo, filmaciones, grabaciones, espionaje o “seguimiento” -por decirlo elegantemente- las cosas tienen que hacerse bien o no hacerse. Las torpezas y errores no tienen cabida. Y si fueren “descubiertas”, lo natural es que se nieguen los hechos absolutamente, tal como hizo Nixon. En el caso de la DINI, recuérdese que si bien esta dependencia está adjunta a la Presidencia del Consejo de Ministros, ¡Sus directivos despachan de manera directa con el Presidente de la República! Tal como deber ser, al igual que lo hace el jefe de la CIA con el presidente Obama. De allí que la pregunta sea: ¿Qué grado de conocimiento y de control tiene el presidente Humala de las actividades de la DINI? Pues en teoría el presidente debería conocer, controlar y aprobar todas sus actividades y estar al tanto de los menores detalles. De lo contrario, sólo le quedará negarlo todo… y hacer bien estas “cosas” en adelante. El juego del espionaje… es como el juego de los niños… al que lo “ampayan” pierde… ¿Tenemos un “Ollanta Gate”? El tiempo lo dirá…