[OPINIÓN] Aquel hombre de blanco

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El hombre de blanco miró por la ventana que daba a la plaza. Recordaba. Sólo recordaba y sonreía. Nunca se le pasó por la cabeza a Jorge Mario Bergoglio, aquella mañana del 13 de marzo de 2013, mientras se afeitaba a fin de estar listo para la sesión del cónclave de esa mañana, que en tan sólo unas pocas horas, a las 19.06 horas, se convertiría en el Papa 266° y sucesor de San Pedro. Efectivamente, unas horas más tarde, los cardenales votaron en gran mayoría por el cardenal Bergoglio. Era la quinta votación que efectuaban los cardenales electores y el segundo día del cónclave. Cuando el cardenal camarlengo se le acercó a Bergoglio para preguntarle si aceptaba el cargo, muchos pensamientos y recuerdos pasaron por su memoria. Recordó su infancia, a sus padres y hermanos, así como a su abuela Rosa que tanto influyera en su vida. “¡Dios mío, por qué yo!” se preguntaba. Recordó sus años de estudio en la escuela secundaria industrial Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 27 Hipólito Yrigoyen, en la que se graduó como técnico químico,[] y su primer trabajo en el laboratorio Hickethier-Bachmann. Ya en aquellos años sentía una extraña llamada de Dios, algo muy fuerte ante lo cual no podía resistirse. Se le vino a la memoria la terrible enfermedad que sufriera durante su juventud, la cual hizo que fuese sometido a una operación quirúrgica en la que le fue extirpada una parte del pulmón, lo cual pese a todo no afectó su salud.

 

Fue a los 21 años, allá en 1957 cuando decidió convertirse en sacerdote. “¿Por qué yo Dios mío? ¿Desde aquella ápoca ya habías puestos Tus ojos en mí?” Recordaba cuando ingresó en el seminario del barrio Villa Devoto, iniciándose en el noviciado de la Compañía de Jesús, culminando después de dos años sus estudios en el juniorado Jesuita de Santiago de Chile, ubicado en la casa de retiro de San Alberto Hurtado, donde ingresó al curso de Ciencias Clásicas y profundizó sus estudios de historia, literatura, latín y griego. Tantos años de estudio y preparación. Se preguntaba: “¿Para qué Dios mío? ¿Para esto? ¿Para ser Papa? ¡Tus caminos Dios, son tan extraños! He sido profesor de literatura y psicología en el colegio, he estudiado tantos años de teología ¿Para qué?” ¡Con qué ilusión se ordenó por fin como sacerdote jesuita, luego de tantos estudios y noviciados! Como se sorprendió cuando a finales de julio de 1973 fuera  []nombrado provincial de los jesuitas argentinos. Seis años estuvo en ese cago. Y luego, ¡Qué años tan difíciles los de la dictadura militar! ¡Cuantos amigos suyos sacerdotes cayeron víctimas de secuestros, tortura y muerte! Años tan difíciles. Finalmente la Providencia Divina quiso que lo nombraran obispo auxiliar en 1992 de Buenos Aires, luego arzobispo coadjutor en 1997 y finalmente arzobispo de Buenos Aires en 1998. En el 2001 San Juan Pablo II lo nombra cardenal. Ha formado parte de importantes comisiones, congregaciones y consejos; y todo “¿Para qué?” se preguntaba. Ya como arzobispo y cardenal, Bergoglio fue conocido por su humildad, conservadurismo doctrinal y su compromiso con la justicia social. Optó por promover el diálogo y acercarse a los distintos colectivos sociales, fuesen o no católicos; así como por reforzar la tarea pastoral en las parroquias, aumentando la presencia de sacerdotes en las villas (barrios marginales). [ ]Esto hizo que fuese conocido como “el Obispo de los pobres”. Presidió misas con prostitutas, visitó cárceles y dio libertad para que actuaran los sectores progresistas de la Iglesia.

“¡Dios mío, mi vida va a cambiar tremendamente! ¡Dejar mi Buenos Aires, mi patria, mi tierra, mis amigos, dejar toda mi vida! ¡Qué sacrificio me pides Padre mío!” Bergoglio tenía fama de tener un estilo de vida muy sencillo, lo cual contribuyó a que tuviere una reputación de hombre humilde: vivía en un apartamento pequeño en vez de la residencia palaciega episcopal de Buenos Aires; renunció a su limusina y a su chofer en favor del transporte público. Se movilizaba siempre en el metro de la ciudad. Hay fotografías que así lo recuerdan. Inclusive, ¡Se cocinaba su propia comida! Le gustaba la ópera y como bien argentino, el tango [y el fútbol. “Dios mío, ¿Tendré que olvidarme de todo eso?” Adoraba tanto el futbol que era hincha y socio activo del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Además le encanta la lectura, siendo un apasionado lector de Fedor Dostoievski y de Jorge Luis Borges.

“¡Dios mío, esto cambia todos mis planes! ¿Qué quieres de mí?” []Sucedía que Bergoglio, hacía poco tiempo que había presentado al Papa su renuncia como arzobispo, al haber cumplido los 75 años de edad, de acuerdo al Derecho canónico. []Tenía previsto jubilarse una vez que fuese nombrado su sucesor y retirarse a un hogar para sacerdotes mayores o enfermos, como lo hacen muchos sacerdotes jesuitas mayores, donde inclusive ya tenía reservada una habitación, y así poder llevar una vida retirada de oración y de dirección espiritual, alejada de todo. Cuentan que en el Cónclave del 2005,[] al fallecer san Juan Pablo II, fueron 117 los cardenales menores de 80 años en condiciones de votar para elegir un nuevo papa, entre los cuales se encontraba Bergoglio, que además  era considerado “papable”. Se dice que logró obtener 40 votos de los 77 que eran necesarios para ser elegido, esto es, el segundo lugar detrás del cardenal Joseph Ratzinger, quien fue finalmente elegido y se convirtiera en Benedicto XVI. Se ha comentado –y es sólo una especulación- que Bergoglio al competir en número de votos con Ratzinger durante la elección, hizo una súplica emotiva pidiendo a los cardenales que no votaran por él.

Bergoglio dejó atrás esos recuerdos y alzando los ojos, se encontró con la mirada del cardenal camarlengo, el cual esperaba su respuesta, ante el silencio, la tensión y la mirada atenta de todos los demás cardenales que tenían puestos los ojos en Bergoglio. El silencio en la Sixtina era impresionante. ¡Hasta los frescos de Miguel Ángel parecían esperar su respuesta! Por unos instantes se le vino la imagen de Cristo preguntándole a Pedro: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” y la respuesta de los discípulos: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Pero Jesús les pregunta: “¿Y vosotros, quién decís que soy yo?” Y es Pedro el que se adelanta, respondiendo: “Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le responde: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Juan, porque  esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos”.

“Dios mío, ¿Quién soy yo para negarme? Se trata de Tu Iglesia, de nuestra Iglesia, y ¡Tengo miedo! No sé si podré ¡No tengo fuerzas!” Empezó a temblar levemente. Fue allí cuando recordó la frase del Señor a Pablo: “¡Te basta mi gracia!” Reflexionaba en segundos: “Pero, seré insultado, difamado, agraviado, ¡Tengo miedo Señor!” Fue en esos instantes cuando se le vinieron a la memoria las palabras del Señor: “Seréis signo de contradicción” pero “no es el discípulo más que su maestro”. De allí que si al Señor lo insultaron y masacraron, a mí también me sucederá, pero… “¡Te basta mi gracia!” Fue en esos instantes en que sintió una gran paz y una gran alegría. Entonces, mirando fijamente al cardenal carmalengo, aceptó con decisión, ser el nuevo Papa de la Iglesia Católica, aceptar la cruz que le ofrecía el Señor. Luego tomaría el nombre de “Francisco”, en recuerdo al gran santo de Asís. Minutos más tarde, ya revestido de blanco, con el traje papal, rogaría en su discurso inaugural, en al balcón de San Pedro ante la multitud aglutinada en la plaza: “…os pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su obispo”.

El hombre de blanco miró nuevamente por la ventana que daba a la plaza. Algunas personas ya comenzaban a llegar, separando un buen lugar, a la espera de su mensaje del medio día. Las mismas palomas volvían a pararse en las cabezas de las estatuas de los apóstoles en las columnatas que rodeaban la plaza. El hombre de blanco recordó y volvió a sonreír, ahora sí con una franca sonrisa, mientras sorbía de un hermoso mate que le regalara un amigo, su deliciosa yerba mate que tanto le hacía recordar a su tierra argentina. Han pasado poco más de dos años y no lo puede negar… desde su nombramiento, han pasado muchas cosas y pese a todo, efectivamente Dios lo ha sostenido, “te basta Mi gracia” le había dicho… y Dios siempre cumple lo que promete… Su gracia lo sostiene y lo sostendrá siempre. Vayan estas palabras en homenaje al papa Francisco en su día, el único hombre en este mundo, con la misión más importante y trascendental de la historia, y con la carga humanamente más pesada que pudiere imaginarse, pero extrañamente no agobiante, ya que el hombre de blanco no pierde la paz, pues… “Mi yugo es suave y mi carga ligera”… se lo ha prometido el Señor…y el Señor siempre cumple.