La decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos aprobando el matrimonio de personas del mismo sexo ha motivado que millones de personas alrededor del mundo retomen con fuerza y convicción la lucha de sus derechos.
Tengo una posición clara y definida: “Es tiempo de cambiar en la mente de todos el odio por amor”. Soy un convencido que los tiempos cambian y nuevos derechos surgen generando que cada uno de nosotros los disfrute a plenitud. Trato de recordar cuando a mediados del siglo pasado se produjo por vez primera el derecho a voto de las mujeres peruanas. Igual. En su momento Martín Luther King por el derecho civiles para los afroamericanos o cito también la lucha de Nelson Mandela en contra de la segregación racial del apartheid. Igual. Fueron movimientos o posiciones que más allá de la creación de derechos, buscaron identidad y respeto. Tú y yo somos diferentes, sí, pero iguales. Suena paradójico y difícil de contextualizar pero es la realidad.
¿Tan difícil es aceptar a dos personas amar? En las últimas horas hemos apreciado mediante las redes sociales posturas a favor con un simple modificación de la foto de perfil o compañías como Inca Kola, BCP o Yahoo felicitando lo sucedido en Estados Unidos. Mientras que otros con la intolerancia en mano, palabras despectivas en mente y un dedo señalando, sustentan su “justificación” con aberraciones jurídicas, religiosas o sociales. Y lo viví en mi Facebook, entre amigos y conocidos, tipeando palabras de dolor y humillación. Sin fundamentos. Decidí eliminarlos (aunque suene infantil), no puedo compartir un espacio con egoísmo y actitudes que se quedaron en el pasado. Yo no te pido que estés a favor, te pido que respetes. Podemos debatir y estar en desacuerdo pero el respeto es básico.
Todos somos parte de la creación, pudiste ser tú, pude ser yo. Es tiempo de recapacitar. No es como ir al market y elegir una lata de Coca Cola. Va más allá de una simple y habitual elección.
Me considero un católico comprometido, formado en un hogar y un círculo con valores socialcristianos. Amo a Dios, amo a mi Iglesia y amo a mi prójimo, por este amor estoy a favor la unión civil. Estoy completamente seguro que Dios desearía que el mundo, que las personas que hoy representan a la Iglesia sean más tolerante y renueven su discurso. Me cuesta creer a un Dios que se aleje, que no reciba o escuche a una persona por su orientación sexual. Ese Dios no existe, para lástima de mis amigos que se aferran a una posición de la iglesia. El Dios que existe, el que me enseñaron y el que escuché, es el Dios que ama a cada uno y una de nosotros.
Es la primera vez que escribo una columna alejada del ámbito profesional y académico, pero me siento feliz y seguro con lo que expreso. He perdido algunos amigos y seguiré perdiendo. No me preocupa, prefiero tener cinco buenos amigos con posiciones claras a favor o en contra pero cero extremismo, sin palabras de amargura y humillación.
Deseo una sociedad más tolerante e inclusiva.
Deseo que se valore a la persona por su capacidad, no por su condición.
Deseo personas que vivan completamente felices; y,
deseo un mundo que cambie el odio por amor.