Para que no nos sigan robando, por Carlos San Román
"Lograr un Estado pequeño es necesario y viable, pero hay que hacer bien el trabajo. Para comenzar, es necesario eliminar la estabilidad laboral absoluta que existe hoy"
No tengo dudas respecto a que la falta de valores es causante de la gran corrupción que aqueja al país. La cultura del más vivo dejará de ser el común denominador cuando muchas generaciones cultiven valores de respeto y honestidad. Hoy la gran mayoría de la población se indigna cada que salta a la luz un caso de corrupción que implica una coima o un aprovechamiento de posición como en el caso “Vacunagate”, donde no solo es probable que haya habido algún negociado, sino que ha dejado en evidencia que los intereses personales de los gobernantes están por encima de la vida de las personas.
La corrupción nos cuesta dinero y de una u otra forma termina siendo siempre pagada por los ciudadanos a través de más impuestos, más endeudamiento que pagarán las generaciones más jóvenes o con el histórico crimen de la emisión de billetes y la consecuente inflación, como en la década de 1980.
Pero ¿qué pasaría si los indignados tuvieran la posibilidad de ser funcionarios del Estado? Probablemente muchos caerían en el juego de la corrupción por más indignados que hoy estén. El sistema los absorbería y la falta de valores los haría caer en el mundo de la corrupción que hoy tanto les espanta.
Si comenzáramos una muy bien planificada cruzada de valores en las generaciones más jóvenes, quizá en unos 40 o 50 años el país podría comenzar a ser distinto. Muchos ya no estaríamos acá para verlo.
Sin embargo, una forma más rápida de luchar contra la corrupción es reducir la cantidad de posibles corrompidos, es decir reducir el tamaño del Estado. Un Estado más pequeño, con menos poder, pero no por eso débil, generaría por una matemática simple, menos corrupción y haría más evidente cualquier intento. La corrupción sería controlada más fácilmente.
¡Pero cuidado! La reducción del Estado no pasa únicamente por juntar ministerios y reducir personal. Requiere eliminar funciones o trasladarlas a un privado que opere de manera más eficiente y con cláusulas draconianas respecto a las faltas y la corrupción. El solo hecho de juntar ministerios seguramente logrará ahorros en la planilla en el largo plazo, sin embargo, hacerlo sin reducir las funciones o actividades solo lograría sobrecargar en menos personas la atención a los ciudadanos. Nos sentiremos peor atendidos avivando las posibilidades de caer en el juego de la corrupción. No se cumpliría con ninguno de los objetivos y podría ser hasta peor que hoy.
Lograr un Estado pequeño es necesario y viable, pero hay que hacer bien el trabajo. Para comenzar, es necesario eliminar la estabilidad laboral absoluta que existe hoy.
Finalmente, la idea de reducción del tamaño del Estado no tiene como principal objetivo la reducción de la corrupción, ¡pero vaya que ayudaría! Un Estado pequeño se entrometería menos en la vida de las personas y de las empresas y sería seguramente más eficiente en el uso de los recursos fiscales.
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