Hace algunos días, el Servicio Nacional de certificación Ambiental —SENACE— cerró un capítulo más en el largo y controversial proceso de la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental (MEIA) del Terminal Portuario Paracas. Este recientemente denegado Instrumento de Gestión Ambiental buscaba la instalación de un almacén de concretados de cobre y zinc, una planta de tratamiento de agua potable, y una planta de tratamiento de aguas residuales, dentro del área de concesión, que yace junto a la Reserva Nacional de Paracas.
No voy a entrar en detalle sobre si esta MEIA debe o no debe ser aprobada, ya que no considero que esto sea materia de opinión, afinidad política, intereses personales y demás, sino puramente de análisis técnico. Si el titular puede levantar con sustento técnico las observaciones que tiene que enfrentar, entonces no hay excusa que valga para que no se haga el proyecto. Siguiendo la misma lógica, si el titular no puede sustentarse frente a dichas observaciones, tampoco debería haber mecanismo que permita socavar el debido proceso, y permita la ejecución del proyecto sin contar con el respectivo respaldo técnico.
Lo que no ha dejado de llamarme la atención, es la repentina preocupación de muchas personas por la Reserva Nacional de Paracas. Personalmente sospecho que el todo levantamiento mediático, social y político ocurrido para que se evite la aprobación de la MEIA, no es más que un caballo de troya, que utiliza el muy virtuoso discurso ambientalista para encubrir sus intereses personales.
En aras de darles el beneficio de la duda, a continuación voy a enumerar algunos de los grandes problemas y amenazas ambientales que han generado que Paracas se degrade a su peor momento desde su creación, hace más de medio siglo. Ojalá estos temas sean tratados con la misma pasión y recursos con los que se le ha hecho un frente antagónico al Puerto y su ya famoso almacén de concentrado de minerales.
Uno de los principales argumentos contra el puerto es que el tráfico de camiones tendría efectos desastrosos para las aves y reptiles que viven en la reserva, ya que los camiones no solo atropellarían individuos del recientemente famoso y endémico Gecko de Paracas, sino que las vibraciones terrestres ocasionadas por el tráfico de camiones también afectarían la nidificación de especies en peligro de extinción, como el Gaviotín Peruano.
Las verdaderas amenazas de dichas —y otras— especies no es el tráfico de camiones por la carretera del puerto, por donde dicho sea a ese paso, pasan decenas de vehículos particulares todos los días para acceder a la reserva con fines turísticos, sino lo son los perros y gatos asilvestrados y abandonados por pescadores que merodean por la reserva, alimentándose de dichas especies, así como también lo son los inescrupulosos visitantes que en camionetas y cuatrimotos se abren camino fuera de trocha por la zona de protección estricta de la reserva.
Paracas es además de gran importancia internacional por sus humedales, donde cientos de miles de aves playeras descansan durante sus diversas rutas migratorias. Lamentablemente, estas aves no son solo molestadas dentro de la zona de protección estricta por algunos kitesurfers que van allá de la zona permitida, sino que todas las noches los ‘concheros’ entran con embarcaciones a escasos metros de la orilla de la zona de protección estricta, acompañados del continuo ruido de los motores de sus compresoras.
Otro problema que afronta Paracas como reserva, es el turismo informal y desordenado. Si bien este tema ha mejorado bastante en los últimos años, se tiene que cuantificar, como uno de muchos ejemplos, el impacto de las decenas de lanchas que salen todos los días, llevando centenas de turistas, a visitar las famosas Islas Ballestas. Esta actividad no es intrínsecamente mala, pero quien conoce del tema conoce muy bien las malas prácticas en la que incurren los operadores informales.
Finalmente, es sabido que el sur de la Reserva de Paracas es terreno fértil para los pescadores ilegales, que utilizan todo tipo de métodos prohibidos, como la dinamita, el chinchorro —extensas redes con plomos que son arrastradas desde la orilla con camionetas y que levantan indiscriminadamente todo a su paso—, o el traqueteo, que es la utilización de buzos para movilizar cardúmenes de peces hacia las redes.
Estos pescadores son fácticamente los dueños del sur de la reserva, desde Laguna Grande hasta Lomitas. Es más, en algunas playas como Barlovento, El Negro y Antana, estos pescadores ilegales han tenido la desfachatez de edificar cabañas sin permisos ni estudio de impacto algunos. Irónicamente, una de las observaciones en contra del Almacén de concentrado de minerales era que, por más que ese terreno está afirmado y parcialmente cubierto con concreto, representaba un hábitat importantísimo para el Gecko de Paracas. Me pregunto si el Servicio Nacional de áreas Protegidas no les da la misma importancia a las chozas ilegales porque se hacen los de la vista gorda, les da flojera, o quizás es porque no saben de su existencia, ya que muy infrecuentemente patrullan el extremo sur de la reserva.
No puedo dejar de cuestionarme, ¿por qué Paracas? ¿Por qué no ha habido la misma movilización de personas y recursos para evitar otros proyectos de Infraestructura? El puerto de San Nicolas, en Marcona, se encuentra a menos de 15km de no una, si no de dos reservas nacionales, la Reserva Nacional San Fernando y Punta San Juan, que forma parte del Reserva Nacional de Islas, Islotes y Puntas Guaneras. Desde este puerto, no se exportan las 400,000 toneladas de concentrado de minerales propuestas por TPP, si no cerca de 20 millones de toneladas de hierro.
Sin irnos tan lejos, por el puerto del Callao salen anualmente millones y millones de toneladas de concentrados de minerales, y los camiones que las despachan en el puerto transitan por zonas altamente pobladas —imaginémonos solamente el tramo La Oroya-Callao— sin mayor problema, y más importante aún, sin antecedente alguno del catastrófico accidente ambiental que pintan como inexorable los opositores al puerto de Paracas. ¿Por qué no se les da la misma atención a estos proyectos? ¿Es por qué no hay afectación ambiental? ¿En ese caso, por qué detener Paracas? O tal vez si hay afectación, pero el tema ambiental nunca fue lo importante, y como nadie veranea en esa zona, podemos dejar que se siga contaminando tranquilamente
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