A partir de ahora la Organización Internacional del Trabajo (OIT) deberá definir con nueva precisión quiénes deben conformar realmente la Población Económicamente Activa (PEA). A partir de la mayoría de edad, 18 años en muchas naciones, hasta los 60 años, edad de la jubilación recomendable, aunque en unos países se haya llegado a señalar 55 años y en bastantes 65 o 70.
Si la fuerza física es el criterio más importante, la pandemia nos está recordando que a partir de los 60 años las personas son más vulnerables a enfermedades mortales como el coronavirus. Tanto que la recomendación para no salir de casa es imperativa para los mayores de 60, llamados eufemísticamente adultos mayores.
En cambio, el que se inicie el tiempo de trabajo a los 18 o 21 o a los 24 o 25 dependerá del grado de formación que el aspirante a trabajador quiera o pueda tener. En el Perú se pedía a los trabajadores manuales tener primaria completa, después secundaria completa, ahora muchas veces una preparación superior especializada en algún oficio laboral.
Este panorama lleva consigo el estudio de los jubilados y de sus pensiones. Los sistemas estatales muchas veces fracasan y el Fisco debe poner el dinero. Los sistemas privados son recientes y convocan críticas apresuradas, movidas muchas veces por envidia, otras por discrepar con la economía libre, otras -en fin- porque las reglas de juego pueden ser mejoradas para evitar que el interés de las empresas de manejo de los fondos privados se vuelva usura.
Un tercer aspecto es el seguro público y privado, que también entra en juego, con los mismos riesgos y alternativas que las pensiones, como veremos una vez que termine la pandemia.
No soy partidario del seguro de desempleo por una simple razón práctica: en todos los países donde existe, hay mucha gente que abusa. Empleadores y empleados se ponen de acuerdo para engañar al seguro de desempleo. Pienso que es mejor, aunque parezca una remembranza del pasado, el sistema de Cooperación Popular, donde los desocupados pueden desempeñarse con un sueldo mínimo o canasta familiar, prestando servicios urbanos y rurales a la sociedad.
El actual sistema político, la democracia parlamentaria desacreditada, el gobierno obcecado por la popularidad, la administración de justicia más agobiada que las salas de emergencia de los hospitales, no parecen ser capaces, sin embargo, de abordar con acierto este desafío.
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