Tras la transición española de la década de los 70, España vivió gobiernos del PSOE y del Partido Popular. Este bipartidismo de varios años parecía no desplomarse pero la creciente crisis económica y el lastre de la corrupción han hecho que surja una tercera fuerza política que al tono de las últimas encuestas la colocaría en la primera opción de ganar las presidenciales que se votarán dentro de un año.
Si bien la crisis europea estalló en España en los tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, no tuvo lamentablemente mejoras con el gobierno de Mariano Rajoy. A los del PSOE se les tilda de incompetentes por no actuar a tiempo con la crisis que recién estallaba. A los populares se les enrostra en la cara la corrupción y no haber dado soluciones a los problemas heredados por sus históricos rivales.
Aprovechando este gran descontento y la precariedad de la economía, Pablo Iglesias ha vendido a los españoles un modelo estatista que no sólo hace que el Estado intervenga con exceso sino que no deja de parecerse a los gobiernos populistas de algunas partes de América Latina.
Podemos tiene sólo algunos meses de vida y ya logró ganar cinco escaños en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo. Ahora quieren la mayoría absoluta en el Parlamento Español para poder gobernar sin “ataduras”.
Iglesias habla de reformas y una nueva forma de gobernar y lo hace con la idea de que no es un político tradicional y que no tendrá por ello que temer frenar la corrupción y los demás lastres de los últimos años.
La gente en España quiere el cambio, eso está claro. El problema es que lo que vende Podemos es un cuento artificial que no deja de parecerse al chavismo y al comunismo que siempre prometió maravillas, pero que a la hora de la realidad no supo llevar las riendas de un gobierno. Recordemos el ejemplo de la Cuba castrista, la Venezuela chavista, entre otros.
Si algo no se puede hacer en política es improvisar y eso parece no entenderlo el líder de Podemos. Puede ser que los gobiernos de los dos históricos partidos hayan tenido falencias y hayan provocado el desfase que vive España en la actualidad. Sin embargo no se puede crecer tan rápido en el ámbito político, porque de hacerlo se hablaría de improvisación y desastre.
Pablo Iglesias puede ser elocuente y hasta simpático pero a sus escasos meses en la vida política no puede decir que inventará la pólvora cuando aún no sabe cómo caminar.
Se puede entender el desgano de los españoles y la falta de esperanza tras la crisis de estos largos años; pero no por ello se puede ser ingenuo y creer que un aventurero hará cambios radicales sin seguir afectando la economía y hacer finalmente que el país entre en una lluvia de millones que sólo la fantasía puede sostener.
Iglesias sabe que es un improvisado y que no tiene cuadros para gobernar pero como buen oportunista sabe ganar a rio revuelto.
Esperemos lo mejor para España sin recurrir a experimentos del pasado que sólo traen bienestar artificial que a la larga también es corrupción, pues se juega con la esperanza del pueblo.