La semana pasada, en un noticiero nocturno, Celina Palomino del partido Peruanos por el Kambio (PPK) hizo una aparición desafortunada. La candidata al parlamento culpó a Carlos Bruce y a su propuesta de implementar la Unión Civil de ser los culpables de la vertiginosa caída de su agrupación en las encuestas. Para ella, amparada en una insólita cifra, el 80% de peruanos son conservadores, ergo, la presencia de Techito los tira para atrás a la hora de elegir un candidato. Lo que no se da cuenta Palomino, sin embargo, es que es, más bien, justamente ella y lo que representa, lo que está arrastrando a PPK a las profundidades de las preferencias.
Lo que más daña a su líder no es su particular posición respecto a la Unión Civil ya que el asunto no pasa por lo ideológico. Lo verdaderamente gravoso va por el lado del tino y la inteligencia política. Aunque la señora está en todo su derecho de defender su posición y hacerla valer al interior del partido, cuando se está apuntando a un objetivo común –en este caso llevar a Kuczynski a la presidencia–, no puedes andar saboteando a tus compañeros de formula acusándolos de ser los culpables de los malos resultados. Y peor aun cuando se trata de una figura con peso en el oficio como Carlos Bruce. Hacerlo, en un marco electoral, no hace más que dar la idea (o hacer notar, en el caso de PPK) que el partido, desde la médula, está atomizado y quebrado. Es mala publicidad.
¿De dónde sacaron a esta dama? ¿Cómo involucras en tu partido a una persona que, en vez de trabajar en equipo, busca dinamitar al resto? Ese tipo de actitud es digna de una impresentable que piensa más en sí misma que en la institución a la que debe defender.
Pero, lamentablemente para los ppkausas, el caso de la inefable Celina Palomino –que, además de todo, demostró no estar al corriente de las propuestas de su propio partido, ya que en su plan de gobierno estos apoyan la propuesta de Unión Civil–, es solo un indicador más de la lenta pero sonora implosión de su agrupación. Hoy el ppkausismo no es más que la sombra de lo que fue en el 2011, año en el que, mal que bien, lograron ser un movimiento con vigor juvenil y de aspiraciones claras y novedosas. En ese entonces, si bien tampoco se podía hablar mucho de una estructura política sólida –recuérdese el término ‘sancochado’–, por lo menos la ‘kausa’ estaba clara. Hoy todos parecen empecinados con dispararse a los pies.
La situación la resume, con la más severa de las sentencias, Mario Elgarresta, ex asesor de la campaña de PPK. En una publicación en su página de Facebook este comenta sobre el desorden que existe dentro de Peruanos por el Kambio y sobre cómo se habla de temas que no contribuyen al progreso del candidato y que solo le interesan a un “grupito politiquero”. Dentro de esta turbulencia partidaria se entiende el ir y venir de Fernando Rospigliosi, el cese de Gilbert Violeta como jefe de campaña y la posterior ascensión de Vizcarra a dicho cargo. No hay que estar al interior del partido para notar que están primando los intereses de una argolla poderosa por sobre el objetivo final.
Así, ante la frustración de un partido agrietado y la aparición de un entusiasta como Julio Guzmán– que para la juventud incauta representa una versión joven del candidato de las iniciales–, Kuczynski parece desesperado. Muestra fehaciente de este sentimiento es el ataque furibundo contra un periodista al que, aunque le calzaba a la perfección el calificativo, llamó ignorante, gesto que ayuda poco o nada a su campaña. De la misma manera llega la bajada de pantalones que, aunque digan lo contrario, parece ser un intento desesperado de repetir el ‘stunt’ de la manoseada del 2011.
El panorama se ve complicado para el buen Pedro Pablo Kuczynski y si quiere aclararlo un poco, ordenar la casa podría ser un buen comienzo.