Presidente Trump, por Arturo Garro Miró Quesada

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Ayer el empresario de bienes raíces Donald Jhon Trump juramentó como 45to presidente de los Estados Unidos en una breve ceremonia que mantuvo la estructura protocolar y simbolismo estadounidenses para este tipo de eventos. Con un discurso que duró apenas 19 minutos, el ahora presidente Trump marcó las líneas generales de lo que serán sus cuatro años al frente de su país. La ceremonia también estuvo marcada por las muestras de rechazo al nuevo inquilino de la Casa Blanca en los alrededores del Capitolio en Washington como en otras ciudades del país.

Esta ceremonia dejó algo en claro. A pesar del liberalismo que ha vivido Estados Unidos durante la era Obama, el factor religioso ha jugado un rol fundamental. En esta ocasión han estado representadas seis confesiones en el acto de  investidura, algo que no sucedía desde hacía muchísimo tiempo. En pocas palabras, Estados Unidos es –y sigue siendo- un país creyente.

A lo largo del día de ayer, he visto, leído y escuchado a muchos colegas y analistas describir el discurso de Trump como el anticipo del apocalipsis; nada más lejano de la realidad. Si es que mis colegas han visto y escuchado el mismo discurso que yo, saben perfectamente que lo dicho por el presidente Trump no es la llegada del juicio final. Este discurso –breve y puntual- fue un re afirmamiento de las propuestas más generales que realizó en campaña en temas como trabajo, seguridad, inmigración, política exterior y la relación con el stablishment de Washington en los próximos cuatro años; todos estos temas –que siempre los mencionó en campaña- el día de hoy fueron expuestos con un tomo más de líneas generales de gobierno.

Lo que a luz de este discurso se puede concluir, es que a partir de ayer Estados Unidos empezará a mirar más hacia su política interna y que esta será gravitante en la política exterior de la administración Trump; primero poner en orden la casa para preocuparte después del resto. Otro desafío que se viene para el estrenado presidente es el referido al tema de “reconstruir América con mano de obra y trabajo estadounidenses”. El reto en este punto no será solamente el hecho de hacer atractivo para los empresarios el contratar mano de obra netamente estadounidense (por un trabajador estadounidense, pueden contratarse tres inmigrantes), el mayor reto estará en llegar al trabajador estadounidense para que regrese –y acepte- realizar los trabajos que los inmigrantes vienen realizando en construcción, agricultura, limpieza de calles, y un prolongado etcétera; inclusive a estar dispuestos a aceptar quizá recibir una menor paga por hora.

Otro punto que ha causado temor en algunos sectores es el referido a la política exterior del nuevo presidente. Tal como lo dijo en su discurso inaugural, a partir de ahora, la política internacional de Estados Unidos será más utilitarista, es decir, que antes de intervenir en algún conflicto global se evaluará si este suma o no a los intereses de Estados Unidos; un punto totalmente legítimo porque como decía Talleyrand, los países no tienen aliados, tienen intereses; solo que el presidente Trump quiere llevar este punto a su máxima expresión. Pero lo que yo rescato en lo referido a política exterior de este discurso es que a partir de ahora las responsabilidades serán compartidas y que Estados Unidos no pagará en solitario la cuenta, en dinero como en vidas; quieres que te ayude, ayúdame a ayudarte, tan simple como eso.

Si se quiere conocer más de lo que hará la administración Trump, recomiendo estar atentos a cuando el presidente Trump se presente ante el congreso de su país y dé el tradicional discurso del estado de la unión, que en este caso, por ser el primero, será un informe de cómo ha recibido el país y de los pasos a seguir para poner –como él dice- a Estados Unidos a andar de nuevo. Ya en este discurso tiene el deber de dar una explicación más detallada de lo que desea hacer pero basándose en el cómo.