Editorial: Prisión a Keiko, no todo es color de rosa

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Es perverso, pero humano, eso de entregarse al júbilo cuando vemos a uno de nuestros adversarios caer en desgracia. Lo es y la circunstancia se hace especialmente notoria cuando la rivalidad se desarrolla en el terreno político. Con esto en mente, resulta comprensible la reacción celebratoria de quienes le reservan antipatías a Keiko Fujimori, ante la noticia de que pasará 10 días en prisión preliminar.

Dicho esto, la celebración resulta un tanto precipitada, habida cuenta del conocido destino de casos similares en nuestro país y de que la medida no se trata, ni de cerca, de una condena, sino de una medida que, como su nombre sugiere, es meramente “preliminar”. Claro, para algunos basta el gusto de ver a Fujimori esposada y escoltada por policías a una celda, pero si bien la imagen puede ser atractiva, la realidad es que, dependiendo del desarrollo de esta situación, el hecho puede destruir a la ex candidata o beneficiarla tremendamente.

En caso suceda lo último, el efecto también sería harto nocivo para nuestro ya lisiado sistema de justicia. Lo que debería pasar en un mundo ideal es que dentro de los 10 días se pueda emitir una condena firme por los crímenes investigados por la fiscalía o algo parecido, de no ser así Fujimori saldría libre y la medida impuesta podría ser etiquetada –y con cierta justicia– como una movida política y ella como una víctima. Además, considerando que la medida surge de Carhuancho, que el tiempo se venza sin que haya pasado nada podría echarle leña al argumento de que este juez busca la fama a punta de magnicidios legales, con poco interés por la correcta administración de justicia.

Habrá algo que celebrar, sí y solo sí, esta medida deviene, en diez días, en un progreso en el caso de Keiko, de lo contrario, la prisión de la excandidata nos hará más mal que bien.