Hace varios días, El Comercio publicó uno de los “versus” que saca cuando hay gran polémica en torno a un tema. Esta vez la cuestión era si se debe permitir el aborto en mujeres infectadas con zika. A favor opinó Susana Chávez, directora de Promsex (¡qué inesperado!) y en contra, el ex ministro de Salud, Luis Solari. En su columna, Chávez asegura estar preocupada por las mujeres que “se embaracen” (reflexivo que evidencia la concepción que tiene de la sexualidad humana) durante la propagación del virus. No vaya a ser que tengan un hijo “que nunca tendrá una vida normal”, un hijo con microcefalia.
A diferencia de cuando uno dice que tuvo una semana “normal” para expresar que no ocurrió nada interesante, el decir que un bebé con microcefalia “nunca tendrá una vida normal” para justificar que se permita eliminarlo es una expresión grotesca, desagradable y desalmada. Claro, Susana Chávez argumenta que las condiciones de los servicios de salud en las zonas rurales son malas, igual que los servicios de soporte para tratar a las personas que tienen malformaciones. ¿No se parece un poco al escenario de los años noventa, cuando ciertas ONGs todavía aplaudían la política de esterilizaciones del gobierno de Fujimori?
El Perú es un país donde la calidad de vida no es la mejor, eso no es nuevo. Sin embargo, nadie diría que un niño nacido en una familia sin recursos “nunca tendrá una vida normal”. ¿No será que la “anormalidad” de la vida de los niños con microcefalia esgrimida por Susana Chávez no tiene nada que ver con los malos servicios de salud (que en nuestro país es lo normal), sino con la malformación misma?
A algunas personas les parece “demasiado radical” cuando alguien dice que discursos como el de Chávez es comparado con lo que diría un fanático nazi, pero vaya que no se esfuerzan por explicar cuál es la diferencia entre su eugenesia y la del Reich. Basta con leer la opinión del Führer sobre el tema: “La exposición (en Esparta) de los enfermos, los débiles, los niños deformes, en definitiva, su destrucción, era más decente y mil veces más humana que la miserable locura de nuestro tiempo que preserva a los sujetos más patológicos”.
Una de las críticas a la política de esterilizaciones del gobierno fujimorista, aparte de los casos en los que fueron forzadas, es que en el fondo lo que pretendía era acabar con la pobreza eliminando a los pobres. Parece que ahora se quiere vencer las adversidades que implica tener una condición como la microcefalia abriendo la opción de eliminar a quienes la padecen, a esos sobre los que se puede decidir porque, después de todo, “nunca tendrán una vida normal”.