Razón de la incertidumbre electoral, por Federico Prieto

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Los principales candidatos a la presidencia han advertido el peligro del relativismo moral, con respecto a eventuales proyectos de ley permisivos. Entienden que la legalización del aborto y la eutanasia, lacras y plagas nefastas, rompería más todavía la sensibilidad moral y el orden social del país. Así lo siguen demostrando sus cautas declaraciones, como todos hemos visto.

Para gobernar bien hay que tener referentes permanentes. En las naciones latinoamericanas esos principios los han dado el derecho natural y la doctrina cristiana. En cambio, los vientos de una enfermedad hedonista nos vienen ordinariamente de los Estados Unidos, donde el protestantismo está dejando paso cada vez, de manera más clara, al neopaganismo.

La sociedad peruana, año tras año, se manifiesta en favor de la vida, a través de marchas populares. La principal Marcha por la Vida se realiza en Lima. Este año será el 12 de marzo. La presencia de miles de personas refleja en la calle lo que dicen las encuestas: que el pueblo peruano apuesta por la cultura de la vida y  no por la cultura de la muerte.

La cultura de la muerte es consecuencia de un “secularismo agresivo y pertinaz”, afirma el profesor español José Orlandis, “que pretende borrar cualquier rasgo de la presencia de Dios en la existencia humana y reducir el horizonte vital del hombre a los límites de la más escueta y desoladora temporalidad”.

La cultura de la vida, en cambio, es la apuesta por Dios y por el hombre, por el matrimonio y la familia, por el trabajo y el bienestar, por la esperanza de un futuro feliz en la tierra y una trascendencia a la eternidad. Son ideas que todos hemos aprendido en el colegio, pero la velocidad de los crecimientos tecnológicos de las comunicaciones aportan, con un tesoro de progreso inmenso, una falsa y engañosa igualdad, entre el estudioso y el ignorante, porque ambos pueden usar las redes sociales a su antojo, provocando una confusión tremenda en la opinión pública.

Dado que el principal protagonista de esta campaña es el Jurado Nacional de Elecciones, y todavía no sabemos cuáles candidatos llegarán a la primera vuelta, el elector puede ejercitarse por ahora en ir eliminando de su opción a votar, a los que presentan una plataforma de promesas inaceptables desde el punto de vista de la ética natural. Porque las relaciones internacionales, la economía de mercado, la calidad de la educación y la salud, y el crecimiento de la producción, que son temas importantes, son similares en la mayoría de los candidatos, salvo en el programa de  Verónika Mendoza, claro, que se inclina por ideas económicas anacrónicas de izquierda, que nos llevarían a la ruina.

En las últimas semanas antes del 10 de abril, los candidatos tendrán que ejercitar la valentía, sincerar sus declaraciones y precisar sus posturas, para no dar lugar a equívocos, en cuanto al derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural; la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre sin los excesos permisivos de la ideología de género; y la libertad religiosa ante el peligro de una imposición estatal de la indiferencia absoluta, que conduce al totalitarismo o a la anarquía. Para saber a ciencia cierta por quién votar.

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