Reconciliados con la verdad, por Verushka Villavicencio

"Desde la fe la reconciliación es un paso posterior a perdonar un hecho que ha dañado al otro. La carta de la ex ministra Pilar Mazzetti es el reflejo de un dolor que como ser humano jamás le alcanzará la vida para lograr perdonarse a sí misma".

654

Desde hace semanas sigo la serie de Jesús en un canal local. La pandemia me ha regalado la posibilidad de conectarme con una parte olvidada de mí: la fe.

Confieso que, en innumerables situaciones de mi vida profesional y personal, la fe ha sido mi fortaleza porque me ayudó a contrastar la realidad con la verdad. Como periodista luego como creadora de proyectos de desarrollo, vivencie la verdad desde diferentes puntos de vista humanos. Del sufriente, del agresor, del político, del líder comunitario, del empresario, de funcionario, del asesor, de la secretaria, del practicante, del decisor, del cooperante, del voluntario, del técnico, del médico, del ciudadano. Y en todos ellos encontré una verdad veraz: la acción articulada con la razón. Cada discurso contrastado con los hechos puede revelarte la verdad.

Pero la pandemia me ha revelado otra verdad. Una verdad que se sujeta a la fe sin la cual, cada acción no vale sólo por el bien común proporcionado al otro, sino por un significado más profundo.

Quien busca la verdad, realmente busca una respuesta más profunda. No basta con encontrar todas las listas con los nombres del Vacunagate, sino de encontrar la respuesta a la pregunta: ¿por qué lo hicieron? Responder esta pregunta implica una investigación del contexto pues la exigencia es el más alto grado de moral posible. Para mí una reflexión clave es: cabe “la reconciliación”.

Desde la fe la reconciliación es un paso posterior a perdonar un hecho que ha dañado al otro. La carta de la ex ministra Pilar Mazzetti es el reflejo de un dolor que como ser humano jamás le alcanzará la vida para lograr perdonarse a sí misma. Recuerdan la película “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella. El asesino de una joven esposa, termina encarcelado por el esposo de la mujer asesinada durante 25 años. Fueron 25 años en los cuales este asesino vivió no sólo privado de la libertad sino de su humanidad, reducido a un animal que no hablaba con nadie, ni siquiera con su encarcelador, porque éste así lo dispuso. Qué duda cabe sobre el dolor de un esposo que encuentra a su joven esposa, violada y asesinada en su hogar. Sueños rotos, promesas inconclusas, una vida truncada paralizada en una agonía sin fin. Esta ficción me conecta con la ausencia que tenemos como sociedad para trabajar el tema de salud mental.

De mi experiencia con el dolor ajeno habiendo visto tanto sufrimiento, sobre todo, cuando se acerca la muerte en adultos mayores y personas con discapacidad debido a heridas psíquicas que no sanaron, sólo me nace evitar más daño. No quisiera que como sociedad nos convirtamos en carceleros de seres humanos que ya cargan un peso que sólo una mirada de fe logrará sanar en su mente y corazón. La reconciliación es difícil, implica aceptar que siendo humanos tenemos la misma posibilidad de equivocarnos y recuperarnos. Como sociedad, negar una recuperación no sólo nos deshumaniza, sino que nos sujeta a un dolor que no construye un nuevo tejido social y nos detiene en la ira. La ira no aporta alegría ni paz. Quisiera que el nuevo mundo al que vamos caminando surja libre de aquello que no construye armonía.

Ayer el capítulo de Jesús trató sobre la lapidación hacia la mujer adúltera. A medida que van transcurriendo los capítulos, el personaje ha logrado trasmitir el sentimiento que brota de las palabras del Evangelio. “Quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Esta frase de Jesús, se cerró con el retiro del esposo que acusa a su esposa de adulterio y que bajando la piedra que sujetaba en la mano, controlando su ira, se va seguido por el resto de la multitud. Luego Jesús pregunta a la mujer: “¿Alguien te repudió? y ella contesta: “nadie”. Entonces, Jesús le dice: “yo tampoco, vete y no peques más”. Luego la mira marcharse, con su caminar lento, herido no sólo en el cuerpo sino en el alma, por el escarnio público. Jesús la mira, la acompaña en ese dolor, no la detiene, sino que la acoge mientras ella experimenta “la bondad” con el sufriente.

Si lo pensamos bien estamos en una vorágine cuya agenda resulta ser investigar los delitos, irregularidades, corrupción, pero y ¿dónde está la agenda de propuestas desde los líderes políticos hasta los ciudadanos? Hoy es muy probable que se anuncie la noticia sobre la inexistencia de oxígeno. En mi agenda tengo dos ex ministras que habiendo realizado esfuerzos sobrehumanos han salido de sus gestiones sin que se haya tomado en cuenta sus aportes profesionales en medio de la crisis mundial. Cada una implementó soluciones ante problemas inéditos y asumieron sus desaciertos porque nadie es perfecto. No me sumo a tirar piedras porque ver la muerte y cómo se apaga una vida me enseñó que un signo de humanidad es la bondad con quien yace indefenso.

Vivamos reconciliados con la verdad que descansa en mejorar cada día como seres humanos y profesionales. Honremos nuestra vida con nuestras acciones reconciliados con nosotros mismos.