Hace 190 años Simón Bolívar convocó al congreso de Panamá para lograr la unión del continente americano en una sola nación. La iniciativa de Bolívar no llegó a buen puerto debido a las pugnas políticas y sociales que se vivían en las recientemente nacidas repúblicas; las cuales no tenían sus fronteras definidas y se encontraban en guerras entre ellas por reclamaciones territoriales. Pero lo que no imaginó Bolívar en 1826 es que su sueño de unión continental lo consiguió un solo hombre, a punta de sobornos y grandes cantidades de dinero, este hombre se llama Marcelo Odebrecht.
Mientras que Bolívar modestamente soñaba en convertir en una sola nación a los países que nos encontramos comprendidos entre los límites del río Bravo hasta el estrecho de Magallanes, su contra parte Marcelo Odebrecht no solamente ha logrado unir a los países que Bolívar originalmente planeó unir, sino que ha añadido a países de África a este sueño de unidad. Una unidad que no se ha basado en los ideales de la carta a los españoles americanos o las proclamas independentistas que en su tiempo hicieran –por voluntad propia- los cabildos de Buenos Aires, Caracas, Potosí, Quito, Santiago o los ideales de Francisco de Miranda (como lo hicieran los ideales que inspiraron a los participantes del congreso de Panamá de 1826), no, no. La unidad latinoamericana – africana que construyó Marcelo Odebrecht fue a punta de sobornos a políticos, empresarios, académicos, periodistas y actores de la sociedad civil para que la opinión pública aplauda sus obras de ingeniería que en muchos casos no han significado un beneficio para los países donde se han construido; en Perú están los casos de la Interoceánica sur y el gaseoducto sur, obras que –según las pruebas que vienen apareciendo- no han traído –ni traerán- un mayor beneficio al desarrollo del país.
Pero veamos a cuántas personas ha afectado el accionar de Odebrecht, y cuántos kilómetros cuadrados abarcaría la “República Federativa de Odebrecht”. Este país imaginario –aunque no tanto-, abarcaría una extensión territorial de –contando los territorios americanos y africanos- de aproximadamente 20´169,851 kilómetros cuadrados. Es decir, un territorio que sería el equivalente a dos Estados Unidos, dos Chinas, dos Canadás y seis Indias. Solamente al único país que no duplicaría o sextuplicaría es a Rusia. En población, la cifra es igual de astronómica. La población de este nuevo país sería de 588´939,593 millones de personas. Esto quiere decir, que la República Federativa de Odebrecht superaría ampliamente a las poblaciones de Estados Unidos y Rusia juntas, con una diferencia de más de 120 millones de personas; a los únicos países que este nuevo país superaría en población son a China e India.
Con lo mencionado en el párrafo anterior, la magnitud del daño causado por Marcelo Odebrecht –en complicidad con diferentes gobiernos en Latinoamérica y África- es inmenso, y esta modesta cuantificación que acabo de hacer no es ni por asomo un reflejo de lo que se irá descubriendo en los meses por venir sobre este caso. Actos de corrupción que han afectado a más de 588 millones de personas es para que las autoridades judiciales en los países involucrados tomen en serio este caso y lleguen hasta las últimas consecuencias para remediar de alguna manera el daño económico, político y moral que este caso ha generado. Y que el proceder no se quede en palabras, sino que vayan hasta el fondo, caiga quien caiga.
Marcelo Odebrecht se equivocó de siglo para su nacimiento. Sí, se equivocó. A lo mejor hubiese sido más útil en el siglo XIX apoyando la unión continental soñada por Bolívar con sus ingentes recursos, pero a lo mejor el pobre libertador a cambio de ese apoyo le hubiera tenido que entregar todas la construcción de caminos, puertos, reconstrucción de ciudades, entre otras obras a este mecenas, al que quizás hoy le seguiríamos pagando el precio de “su sacrificio” por la unión continental; tal como haremos muchos países en este siglo gracias a las obras innecesarias y sobre valoradas que nos ha legado el señor Odebrecht en complicidad con la clase política de los países involucrados en este caso.