Saramago, cinco años desde su muerte

Los escritores, cuando mueren, tienen aún la ardua tarea de pasar por el examen del tiempo, el que determina al final si la obra va ser recordada o no. Muchos son los caen en el anonimato y en la intrascendencia, nada más traumático para los literatos que buscamos justamente eso: trascender. José de Saramago, intelectual, ateo, dramaturgo, periodista, está pasando satisfactoriamente el examen del tiempo.
El autor de Ensayo sobre la Ceguera y Premio Nobel de Literatura 1998, se caracterizó por una escritura que toca las más íntimas fibras humanas. Mostrando, muchas veces, la deshumanización, la degradación humana, la cruda realidad pero, también, la esperanza. El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la Lucidez, Las intermitencias de la muerte son obras que difícilmente se olvidarán de la cabeza del lector. Además, fue un escritor comprometido, tuvo firmes convicciones políticas (fue militante del Partido Comunista Portugués), pero nunca las mezcló con su quehacer literario. “En mi oficio de escritor, pienso no haberme apartado nunca de mi conciencia de ciudadano. Defiendo que a donde va uno, debe ir el otro. No recuerdo haber escrito ni una sola palabra que estuviese en contradicción con mis convicciones políticas, pero eso no significa que haya puesto alguna vez la literatura al servicio de mi ideología. Significa, eso sí, que cuando escribo estoy expresando la totalidad de la persona que soy” Saramago mantuvo siempre ese espíritu crítico que caracteriza a los intelectuales, criticando, incluso a sus propios partidarios.
Su muerte ocurrió el 18 de junio del 2010 a causa de una leucemia crónica. Sin embargo, nadie se atrevería decir que Saramago, su obra, está muerto. Han pasado cinco años, sigue vivo y está pasando el examen del tiempo. En mi opinión, es un escritor que todos deberían leer porque logra sensibilizar los corazones con sus líneas sinceras y sus crudas palabras. Es un escritor que ha dejado un legado (como todos los que logran la trascendencia) tan grande, tan desgarrador, tan humano, que los que venimos detrás no podemos dejar de estudiar.