La última vez que visité Chile fue hace cuarenta y dos años. Fue en el mes de junio de 1976 y estaba a punto de cumplir 16 años. Hacía dos años y medio del golpe de estado de Augusto Pinochet. Viajaba con mis padres y hermanos de regreso de la Argentina y aterrizamos en el aeropuerto de Santiago. Mi madre convenció a mi padre para visitar Chile pues nada costaba detenernos unos días en Santiago, antes de retornar a Lima. No más detenerse el avión en el aeropuerto, veo por la ventanilla a nuestro costado, el avión presidencial de los Estados Unidos estacionado un poco más allá y a Henry Kissinger siendo recibido por las autoridades militares chilenas. Recordé que muchos decían que el golpe de estado de Pinochet fue organizado por la CIA con el apoyo de los Estados Unidos. Ya instalados en el hotel, salimos a pasear por Santiago.
Se empezaba a construir el metro y se veían soldados y tanquetas por doquier en las esquinas de calles y plazas. La tensión se sentía en el ambiente. La gente caminaba con miedo y como atenta a todo. Lo más impresionante fue cuando vi lo que quedaba del Palacio de La Moneda. Su fachada se mantenía en pie, aunque se veían zonas aún calcinadas, negras por los incendios, y detrás los restos del edificio de La Moneda literalmente destruido. Se podía apreciar claramente la violencia de aquél terrible bombardeo aéreo del 11 de setiembre de 1973 y las huellas de las balas en las paredes. Inclusive se apreciaban múltiples huellas de disparos en la fachada del Hotel Carrera –así se llamaba el Hotel Sheraton de Chile-, edificio ubicado en una esquina frente a la Moneda. Por la noche comenzaba el toque de queda y tenía que dormir con un fondo de ruido de disparos y metrallas que no era nada agradable. Así estaba Chile en aquellos años, reciente aún el golpe de Estado.
Hoy todo ha cambiado. Me encontré con otro Chile. Como peruano amante de mi patria, me era imposible no comparar. Lo primero que impresiona son sus autopistas. Saliendo nada mas del aeropuerto de Pudahuel, se toma una vía rápida donde uno puede conducir a velocidad constante, sin tráfico excesivo. La red vial es de primer nivel, con desniveles, by pases y túneles que hace el tráfico fluido y la comunicación más rápida entre las diversas partes de la ciudad. Los peajes son el equivalente a siete y ocho soles, en algunas partes más, pero ¡ves tu peaje invertido en unas pistas maravillosas! ¿Por qué en Perú no podemos tener vías así? Caminar por Santiago es muy agradable. Abundan hermosos parques muy bien cuidados y limpios.
Algo que también llama la atención es la limpieza de la ciudad. Uno no suele ver basura o papeles tirados por las veredas o en los rincones. La gente camina y respeta las normas, esto es, no cruza las pistas donde les da la gana, así como los automóviles no paran ni estacionan donde les da la gana, menos los taxistas a regatear con sus posibles clientes. Uno se puede movilizar por Santiago sin necesidad de auto, puesto que el transporte público es de primera. Los autobuses paran obviamente solo en los paraderos y las personas toman el autobús solo en los paraderos. A nadie se le ocurre parar un autobús a mitad de cuadra o en la puerta de su casa porque le es más cómodo; a ningún taxista se le ocurre detenerse a mitad de cuadra o en segunda fila o en plena esquina a tratar con un cliente con toda pachocha.
En algunas calles o avenidas sí se pueden ver algunos vendedores ambulantes vendiendo sus productos en las veredas. El metro o subterráneo de Santiago no tiene nada que envidiarle al de Madrid o al de Washington. Su red de conexiones es amplia y suficiente, comunicando las zonas de Santiago en un breve periodo de tiempo. Algunos vendedores suelen subir a los vagones del metro a ofrecer agua o gaseosas, especialmente en esta ápoca que comienza el calor fuerte, pero no es una ciudad en donde los ambulantes abunden, invadan o se posesionen de cuadras enteras de la ciudad. ¡Como quisiera tener en Lima una red de metro similar! No usaría mi auto para nada, solo para paseos los fines de semana, como hacen las personas en Europa, Japón o Estados Unidos.
Debo reconocer que la gente es muy amable, siempre atenta a uno cuando se pregunta por alguna calle, museo o centro comercial. Pude visitar el puerto de Valparaíso e inclusive meterme a la zona antigua o más vieja del puerto y es envidiable poder apreciar como cuidan sus cosas. Por mas viejas que se encuentren los edificios que pueden tener algunos más de cien años, todos están pintados y mantenidos de manera óptima. El balneario de Viña del Mar es toda una ciudad, hermosa y con edificios señoriales inclusive. Me recordó un poco a San Sebastián en España, Biarritz en Francia o algunas otras ciudades de la denominada costa azul francesa o de la rivera Italiana. El mismo Santiago me recordó en muchos aspectos a Madrid u otra ciudad europea, con mezcla de alguna ciudad de Estados Unidos como Miami o Boston.
Las zonas residenciales como Las Condes son hermosas, con bellas casas rodeadas del verde de bosques, parques y jardines bien cuidados y sobre todo respetados. Los malls de Santiago ya son conocidos como Parque Arauco el Costanera Center ubicado este último en el imponente edificio -literalmente una torres- más alto de Santiago.
En resumidas cuentas, pude apreciar una Chile muy desarrollada, no solamente en cuanto a inversiones y economía se refiere, sino especialmente la mentalidad de su gente, personas que aman su país, lo cuidan y se sienten orgullosas de ello. Personas que respetan la ley, al policía o carabinero y a su vez estos hacen respetar la ley. En una palabra, civismo, orden, respeto a la ley y a la autoridad, voluntad política de sacar al país adelante. Veía con sana envidia muchos aspectos que el Perú también podría tener, pero ¿Por qué no tenemos el desarrollo económico de Chile, mas aún hoy que tenemos reservas y recursos? En Chile como en todas partes del mundo, también hay problemas de delincuencia, corrupción y, sin embargo, el país sale adelante.
Tenemos que aprender a imitar lo bueno y definitivamente el aspecto educativo en Chile ha sido fundamental. Visité las mejores universidades y se puede apreciar la calidad de sus bibliotecas y catedráticos. Entonces, ¿Qué le falta al Perú para tener el desarrollo que ha alcanzado Chile? Cambiar de mentalidad, Invertir en educación, desde los mas pequeños; luego respetar las leyes y a las autoridades. Sin ley ni autoridad que se respete, todo es un caos. ¡Amor a la patria! De allí que, repito, y lo digo con sana envidia, tal como lo dice la conocida canción chilena: “Si vas para Chile… Te ruego q pases por donde vive mi amada. Es una casita Muy linda y chiquita. Que está en las faldas de un cerro enclavada…”. Si vas para Chile, aprendamos y copiemos lo bueno, que el Perú definitivamente, ¡es un país grande y se merece ser más grande!
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