En nuestro querido Perú, contradictorio como ninguno, solemos celebrar fracasos como si fueran éxitos y condenar éxitos como si fueran fracasos. Nuestro gobierno parece encarnar esa tendencia como ningún otro, con consecuencias lamentables para la prosperidad material y social del país.
El presidente recientemente declaró como “Día de la Soberanía Marítima” a la fecha de la declaración del “favorable” fallo de La Haya al Perú en el diferendo con Chile. Una celebración que pretende hacer parecer exitoso a lo que en realidad fue una pérdida de territorio por parte del Perú. Para ilustrar lo lamentable que resulta esto, recordemos ahora otro episodio de pérdida de territorio, esta vez frente a Brasil.
Es triste que pocos recuerden, en un país acostumbrado a perder territorio como es nuestro caso, que el oriente peruano llegaba hasta el rio Madeira, hoy Brasil, y que nos lo quitaron con una facilidad insólita. El primer recorte de territorio se dio cuando todo el estado de Acre pasó a control brasilero luego de que Bolivia cediera territorio peruano en 1867 sin pertenecerle, y lo hizo nuevamente en 1889 por el Tratado de Petrópolis. Perú no hizo nada al respecto. La última cesión de territorio se dio luego de que la guarnición peruana de Amuheya se rindiera, tras más de dos días de combate, por inferioridad numérica frente a las fuerzas brasileras.
¿Qué motivó la anexión brasilera de nuestra selva? La respuesta está en el caucho.
La Amazonía antes del caucho era un lugar recóndito, inexplorado, habitado por poblaciones nativas, guerreros orgullosos, fuente de una inmensurable riqueza cultural. No fue si no hasta el descubrimiento de las propiedades del látex y el proceso de vulcanización por el Sr. Charles Goodyear en el siglo XIX, que empezó la fiebre del caucho. La inmensa demanda por este producto arrancó un descontrolado proceso de colonización de la Amazonía, y fue esto lo que motivó el expansionismo brasilero a costa del Perú. ¿Celebrarían nuestras autoridades en esa época el recorte territorial y lo declararían “Día de la Soberanía Amazónica”?
Luego de que perdiéramos el monopolio del caucho y se acabara la fiebre para 1912, siguió una etapa de contracción económica, pero poco a poco se comenzó a reorientar la economía del oriente peruano hacia productos agrícolas como es el café, cacao, palma y coca, entre otros. Sin embargo, para 1960 la demanda de hoja de coca comenzó a crecer, generalizándose por su incomparable rentabilidad para finales de los años setenta. Es entonces que los demás cultivos agrícolas comienzan a descartarse por el alto costo de la mano de obra y la región se vuelve coca-dependiente. El punto de quiebre llegó cuando el narcotráfico forjó un vínculo con el terrorismo.
En la actualidad, sin embargo, estamos comenzando a ver la luz al final del túnel, y liderados nada menos que por la región San Martin, la que en los ochenta fue capital de la coca, el terrorismo y el narcotráfico. Hoy, en cambio, es la capital de la palma aceitera, el café y el cacao, nuevos motores de la economía nacional. La región lleva 30 años de convenios con DEVIDA y USAID, y cientos de millones de dólares han sido invertidos en cultivos alternativos. El “Modelo San Martin” estudiado en todo el mundo, reconocido y comentado hasta por el presidente de EE.UU., Barack Obama, comienza a ser copiado por otras regiones y en otros países. ¿Quién consolidó el éxito de este modelo? Cesar Villanueva, ex presidente regional de San Martin y ex primer ministro del actual gobierno.
¡Qué perturbadoras contradicciones las que vive nuestro gobierno! ¿Por qué celebra fracasos como La Haya como si fueran éxitos, y humilla el éxito de Villanueva como si fuera fracaso? El fallo de la Haya, como fue el caso de la perdida de Acre, significó una pérdida de territorio para el Perú, y es celebrado. Mientras tanto, el responsable de consolidar el éxito auténtico ante uno de los mas graves flagelos de la historia del Perú, el Sr. Cesar Villanueva, fue humillado y empujado a renunciar a su cargo el año pasado.
El fracaso celebrado cómo éxito y el éxito verdadero maltratado y marginado. ¿Hasta cuándo?