Sobre la llamada Revolución de Octubre: parte III, por Óscar Balladares De La Piniella

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Los bolcheviques en el Poder

Las primeras medidas del gobierno bolchevique fueron promulgar el Decreto sobre la Tierra, con el que se abolía sin indemnización toda gran propiedad agraria, y el Decreto de la Paz, donde se proponía a las naciones beligerantes iniciar negociaciones encaminadas a finalizar la guerra mundial. En ese sentido, y a fin de evitar un desgaste político como el sufrido por el Gobierno provisional, el gobierno del Consejo de Comisarios del Pueblo suscribió el Tratado de Brest-Litovsk (1918), mediante el cual Rusia se retiró de la Primera Guerra mundial. De este modo, los bolcheviques cedieron un territorio de casi dos millones y medio de kilómetros cuadrados, habitado por setenta y dos millones de personas y repleto de recursos naturales[1]. Esto les permitió concentrar sus fuerzas en la guerra civil (“revolucionaria”) que se gestaba producto de sus medidas, y reprimir a sus opositores, todo a fin de entornillarse en el poder.

Asimismo, confiados en una victoria electoral, los bolcheviques permitieron la celebración de las elecciones para la Asamblea Constituyente (que fueron las más libres de la historia de Rusia hasta ese momento). Sin embargo, el pueblo votó por los partidos socialdemócratas antes que por el autoritarismo leninista. Así, los eseristas obtuvieron 370 escaños de un total de 707, consiguiendo la mayoría absoluta; mientras que los bolcheviques, tan sólo 175 escaños. Por su parte, los eseristas de izquierda (aliados de Lenin), obtuvieron 40 escaños; los kadetes (liberales), 17; los mencheviques, 16; y otras organizaciones, 89[2].

Ante tales resultados, Lenin simplemente ordenó disolver (“¡Di-sol-ver!”) la Asamblea Constituyente, tan solo al día siguiente de iniciadas sus funciones. Así, los bolcheviques terminaron de clausurar el episodio democrático iniciado (sin la participación de sus principales dirigentes) en febrero del 1917, y configuraron una Constitución a su medida, que en su preámbulo proponía como objetivo “destruir a todas las clases parasitarias de la sociedad” (artículo 3°, inciso f3). Constitucionalizaron, de esta forma, la represión contra sus opositores. En palabras del mismo Lenin:

“… este período debe ser inevitablemente un Estado democrático de una manera nueva (para los proletarios y los desposeídos en general) y dictatorial de una manera nueva (contra la burguesía).” [3]

Revolución de Octubre

Estas palabras concuerdan plenamente con la visión marxista del Estado, que es siempre órgano de opresión de una clase por otra[4][5]. En ese sentido, al sistema parlamentario, que es necesariamente una “dictadura de la burguesía”, se le tiene que oponer la Dictadura del proletariado, que es una “verdadera forma de democracia”. Es la teoría que explica, por ejemplo, que personajes como Pablo Iglesias hablen de “democracia” al referirse a regímenes como el cubano o el venezolano. Sin embargo, en la realidad de los hechos, y al margen de contorciones teóricas, octubre de 1917 no se trató más que del inicio de 74 años de dictadura totalitaria (1917-1991). Una dictadura que ni siquiera fue del proletariado contra la burguesía, sino más bien, y como se repetiría en otros lugares del mundo, una dictadura de un partido único sobre todo su pueblo.

Continuará…

 

[1] Vidal, César. Óp. cit. pág. 145.

[2] Vidal, César (2005). La ocasión perdida. pág. 137. España: Península.

[3] Lenin, Vladimir (1976). El Estado y la Revolución. pág. 42. Pekín: Ediciones en lenguas extranjeras.

[4] Lenin, Vladimir. Op. Cit. pág. 7

[5] En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels señalan que “…el poder político no es, en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra.”