Sobre las columnas de opinión, por Sergio Pérez Mosqueira

«Un año comienza y con él nuevos autores se suman a Lucidez. Siendo yo uno de ellos, me parece pertinente presentarme ante ustedes exponiendo los objetivos que tengo en este espacio.»

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He de admitir que no me gustan las columnas de opinión, al menos no de forma general. En determinado momento llegué a leer varias de ellas de forma diaria, pero hace muchos años dejé de hacerlo. A pesar de eso, desde ahora seré columnista de Lucidez y realmente espero poder ofrecerles un buen contenido. En esta primera entrega deseo presentarme explicando cuáles son mis principales problemas con este medio y, por otro lado, lo que pretendo conseguir con los artículos que publicaré.

Mi primer problema con las columnas es que son muy cortas. Los debates políticos, sociales, económicos o morales que suelen ser de interés público son imposibles de abordar de forma completa en un espacio tan reducido. A veces son necesarias veinte páginas de contenido para que pueda emitirse una opinión debidamente argumentada, usualmente muchas más. Este medio claramente no puede ofrecer ese espacio. El resultado es que la mayoría de columnas, especialmente las que tratan sobre temas muy amplios, suelen estar mal argumentadas.

Mi segundo problema es que los columnistas suelen ser personas que opinan sobre múltiples temas que no conocen. Uno puede visitar los portales de los diarios más importantes del país como El Comercio o La República y lo que usualmente se encontrará en ellos es que cada semana un periodista, abogado o psicólogo opina sobre algo diferente, muchas veces totalmente alejado de su especialidad. Pero, como dije antes, las discusiones sobre las que se suele opinar son asuntos muy complejos. Los malos argumentos no suelen darse únicamente por la falta de espacio, sino también por la ignorancia de quien emite su opinión.

Si alguien decide leer una columna es, usualmente, para considerar alguna opinión sobre un tema que le sea de interés. A veces para poder informarse, de forma más común para confirmar sus sesgos y la postura que ya tenía desde antes. Teniendo en cuenta eso, no debe ser difícil entender por qué textos mal argumentados, pero accesibles al público no especializado y persuasivos por su retórica, pueden llegar a ser tan peligrosos.

La razón por la que dejé de leer columnas no fue porque los diferentes temas que se tocaban en ellas me dejaran de interesar, sino porque me parecía que no solían ofrecerme nada relevante para ampliar mi perspectiva sobre esos asuntos. Por ello, si quiero investigar sobre una materia en específico, lo que suelo hacer es consultar textos académicos que la traten; y eso es lo que también le recomendaría a cualquiera que desee informarse. Allí es donde uno puede encontrarse con expertos con el suficiente espacio para poder exponer un argumento convincente.

Pero entiendo perfectamente que muy pocos se aventuran a hacer consultas bibliográficas. Muchas veces no se tiene el tiempo o la energía para hacerlo. El conocimiento del material académico es, lamentablemente, un lujo para aquellos quienes, por sus condiciones sociales, económicas o personales, pueden revisarlo. Pero incluso cuando alguien tiene la oportunidad y el deseo de estudiar, hacerlo no es nada fácil. Usualmente, se encontrará con un mar de textos largos, aburridos, extremadamente especializados y con muchas otras barreras para el lector común[i]. Para empeorar las cosas, habitualmente, para tener una postura adecuada sobre los grandes debates se necesita información fáctica sobre lo que se discute y, además, también se requieren premisas prescriptivas sobre cómo actuar al respecto, por lo que no basta leer solo sobre la ciencia relacionada con el asunto.

Un medio como este es necesario. Cuál debería ser su objetivo principal, sin embargo, es algo más difícil de descifrar. Reconozco que ambos problemas son estructurales y que me afectarán indefectiblemente. No tendré todo el espacio que quiero y, al menos hasta el momento, no me considero experto de nada. Sin embargo, eso no significa que crea que no tengo cosas por aportar. Pienso que la forma de atenuar estas dificultades, y el objetivo principal de las columnas, es servir como una invitación al lector para que analice el tema sobre el que se está leyendo en mayor profundidad. Una plataforma accesible para que uno pueda buscar referencias si tiene la oportunidad estudiar y, en caso de que no, al menos sirva para encontrar ideas y argumentos interesantes que faciliten una reflexión posterior.

Las mejores columnas son las que saben que no están para terminar ningún debate, las que citan obras específicas para el análisis posterior, las que reconocen la complejidad de los asuntos que discuten, las que no descuidan la argumentación y las que sintetizan ideas para presentar un argumento, evidentemente incompleto ante posibles objeciones, pero claro, válido y plausible que el lector pueda tener en consideración en un futuro cuando examine el tema de forma más profunda[ii].

Creo que en el pasado logré presentar una columna competente, y espero seguir haciéndolo en esta plataforma. Pero eso no significa que los problemas que mencioné antes hayan dejado de existir. A mis lectores solo les puedo pedir que no tomen ninguno de mis comentarios como punto final para la reflexión sobre lo que se lee, sino como una invitación a un mar de ideas que seguramente será mucho más complejo de lo que cualquier persona no especializada puede imaginar. Cuestiónenme todo. Destruyan mis textos si es necesario. Si logro que avancen en su análisis sobre el tema que escribí, sea cual sea la postura que desarrollen, considero que cumplí con mi objetivo.

¡Les deseo un buen año y espero que disfruten de mi participación en Lucidez!

Lucidez.pe no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.

Notas

[i] Estos problemas ya han sido denunciados por académicos antes.

[ii] Al menos en cuanto a fondo, porque la forma también es importante.