Sobre Micaela «La Perricholi» Villegas y el poder detrás del poder: La primera gran constructora cultural de la República

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¡Que ella es huanuqueña! Eso es sabido,
¡Dicen que es limeña! Y no han mentido,
Limeña es porque canta gloria y pregones,
la lisura y encanto de sus canciones.

Vals Criollo, sobre “La Perricholi”, de Luciano Huambachano

El Perú y su proceso independentista es un momento sumamente complejo de estudiar. La independencia vino desde fuera, lo contrario difícil afirmar. Llegó primero con San Martín y luego con Bolívar. Llegó para quedarse pues no podemos olvidar, que el Perú era casa del Virrey, y sin esta libre, los demás países se volverían a colonizar.

Y aunque vino desde fuera, siempre hubo, desde dentro, una serie de movimientos independentistas. Pero para que exista una conciencia colectiva con sueños de independencia, debemos, primero, por nosotros mismos, pensar, diferenciarnos de aquel sujeto del cual nos queremos liberar. Y así, en mi opinión, la primera gran constructora cultural, la que nos dio que pensar, por lo menos en la costa, fue Micaela Villegas, la “Perricholi” o Miquita, la mujer la cual el virrey De Amat juró enamorar.

Según Ricardo Palma, la “Perricholi” nació producto de peleas que Miquita protagonizaba con su amante, el Virrey de Amat. Cuenta que este le gritaba “Perra Chola”, pero que debido a su acento catalán sonaba como “Perricholi”. Estoy en total desacuerdo con ello, pues Miquita supo enamorar, y aunque de la amistad al amor hay solo un paso, del amor a la “perra chola” no hay puente que los una.

Soy fiel a la siguiente interpretación, más real, menos machista y más reivindicadora de Miquita. El virrey era un sujeto bastante ilustrado, venía de una familia que pertenecía a la nobleza española, y cuenta la memoria popular que le decía “mi joya, mi petit choli”, traduciéndose en ese entonces como mi amorcito o mi cholita, lo cual más adelante fue tergiversado por el infame apodo “Perricholi”. Gracias Ricardo Palma.

María Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza nació el 28 de agosto de 1748 y murió el 16 de mayo de 1819. Era la mayor de 6 hermanos. Y, desde los 15 años comenzó su carrera como actriz y bailarina. Ser mujer y ser actriz en esos tiempos no era común, no era tampoco, del todo, bien visto. Ser actriz era un acto de revolución, de indicar que la mujer podía tener un lugar en la construcción cultural del país. De comenzar a luchar por un cambio en la cosmovisión popular. Al partir el virrey De Amat, ella se convirtió en regente de un teatro, quién diría que el sueño del emprendedor peruano se podría ver nacer desde hace tantos años. Además, algo que tenía Miquita, y que no era para nada común durante la época colonial, era una pequeña biblioteca con más de 150 libros. Hoy en día puede sonar normal, hoy día puede sonar común, pero seamos capaces de comprender la época. Una sola mujer, regente de un teatro, dueña de una biblioteca, no casada por iglesia, y todo ello en el siglo XVIII, no es para nada poca cosa.

Y no olvidemos, del amor que nació con el virrey De Amat nació, también, un hijo, y nacieron, también, grandes obras de identidad peruana, sobre todo limeña. Su importancia en la construcción de una identidad propia se ve reflejada en grandes espacios que aún hasta hoy perduran. El amor y la arquitectura parecen haber vencido a la muerte. Tal vez, el más importante vencedor de aquella muerte es el templo de las Nazarenas. Se hizo a pedido de Miquita, quien era devota del Señor de los Milagros, una de las imágenes religiosas que más marca la identidad limeña, no solo con su devoción, sino con las vestimentas, procesiones y comidas especiales que se hacen durante todo el mes de octubre. Los demás lugares de importancia identitaria que podemos adjudicarle a Miquita son, la Alameda de los Descalzos, el Palacete de la Quinta Presa – su casa -, la Plaza de Acho, y el tan famoso Paseo de las Aguas, dónde le pusieron la luna a sus pies.

Nadine Heredia no fue, definitivamente, la primera mujer en controlar al mayor representante político de este territorio, en ser el poder detrás del poder. Miquita le ganó por un par de siglos, y con noticias más melodiosas que actos de corrupción. Gracias a construcciones arquitectónicas cómo estas, Lima y partes del Perú pudieron ir construyendo una identidad propia que les permitiese salir del velo español.

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