Cambalache izquierdista, por Gonzalo Ramírez de la Torre

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Con la victoria municipal de Susana Villarán en el 2010 y con la llegada a la presidencia de Ollanta Humala en el 2011, parecía que la izquierda peruana obtenía una bocanada de oxígeno y se argüía un aparente renacer de esta fuerza política en el país. Sin embargo, con poco tiempo en el poder, demostraron que los puestos que asumieron les quedaron grandes, en un gesto digno de las huestes políticas que representaban. La gestión edil de Villarán quedó manchada por el proceso de revocación que la dejó mutilada y por su falta de competencia; y la presidencia de Humala pasará a la historia como un bache insípido marcado más por el escándalo que por el verdadero ejercicio del poder.

Hoy los que se olían como los protagonistas de ese renacer zurdo, se tienden la mano, cuando la noción de resurgimiento ha desaparecido y se ha retomado, como venía ocurriendo por años, el ocaso de la izquierda nacional. Villarán está en la plancha de Daniel Urresti y se dice que será candidata al Congreso por el Partido Nacionalista. Todo, según argumenta la exalcaldesa, para evitar que Keiko Fujimori logre hacerse de palacio de gobierno el próximo año.

Atrás quedaron las épocas cuando la señora Villarán le decía a Ollanta Humala: “Ni me defiendas, ni te acerques” cuando este, por primera vez, pretendió tender puentes con ella. Cambiaron los tiempos y definitivamente las convicciones políticas de Villarán.

Se nota, sin lugar a dudas, mucha desesperación en la izquierda nacional, lo escueto de su presencia en las encuestas, con un flaco 2% del nacionalismo y del Frente Amplio no hace más que resaltar el descrédito en el que han caído. Y la situación se pone peor cuando se ve a personajes como Nano Guerra – izquierdista y eterno aspirante a la presidencia- yéndose con un partido como Solidaridad Nacional, considerado por muchos un partido de derecha o cuando se ve a Vladimiro Huaroc como vicepresidente de Keiko Fujimori. Es casi como si hubieran notado que el negocio familiar está por irse a la quiebra y que lo mejor es optar por trabajar con la competencia.

Y sí es cierto que el ‘negocio familiar’ se está yendo a la quiebra. La organización política más representativa de la izquierda nacional, el Frente Amplio, no ha sabido llegar a la gente como hubiera pretendido. La renovación juvenil que pretende representar Mendoza es empañada por lo anacrónico de su discurso y lo cavernario de sus correligionarios, y la imagen de la izquierdista que lucha por ‘el pueblo’ se queda a medias pues la candidata parece quedarse más en lo intelectual y lo bohemio que en lo que hizo popular a la izquierda en su momento.

Pero sobre todo, como cereza al pastel de la debilidad de la izquierda nacional, está que el cuento que tratan de vender, el mismo que trataban de vender a principios del siglo pasado, ya no convence a un país repleto de pequeños empresarios en el sector privado que están dispuestos a luchar con uñas y dientes por los que les ha costado sangre, sudor y lágrimas. Vaya a usted a convencerlos con colectivismos y pasiones sindicales, seguro lo mandarán a rodar.

Sin embargo, si bien todo esto es cierto y si bien la izquierda ha demostrado haber perdido todos sus cabales y sobre todo su norte, cayendo en un ‘cambalache’ incomprensible (usando las palabras usadas por Nadine cuando habló de ciertas alianzas), será interesante verlos en la campaña, enfrentándose cara a cara y con frugales porcentajes a los monstruos que con tanta pasión se han dedicado a golpear por tantos años.