“Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados”, decía el gran Pablo Neruda.
Más allá de si ser fracasado es bueno o no (ese es otro asunto del cual no me voy a ocupar ahora), lo que parece decir el vate chileno es que el solo esperar resignadamente a que las cosas pasen y no hacer nada – o estar listo para ello – no es una buena actitud de vida.
Esta semana tuve la oportunidad de participar en un evento al cual antes nunca había asistido : el desayuno nacional de oración. Este tipo de eventos me hizo mover fibras altamente sensibles y – a lo que iba – me llevo a tomar consciencia de que tengo suerte.
Escuché dos experiencias de personas que habían padecido tragedias, entonces inevitablemente me vino el ridículo interno : y yo que pensaba que mis problemas eran los problemas. Me preguntaba ¿ cómo hizo esta gente para aguantar tanto ? Y nuevamente me re-afirmé : tengo mucha suerte.
El asunto de la fé es todo un mundo y ando en exploración de eso, aún no tengo una conclusión ni posición al respecto (ni sé si la llegue a tener cabalmente algún día). No obstante tengo la certeza de que la suerte no solo hay que reconocerla, hay que valorarla. A eso se refería Neruda.
Decir, “que suerte tengo” es mediocre y digno de castigo si luego se te pasa y sigues comportándote igual. Por eso digo que hay que hacer algo más y eso cada uno lo sabe en su interior. La suerte como todo en la vida se va; porque para bien o para mal todo pasa.