Para responder la pregunta sobre el futuro del Partido Popular Cristiano, uno necesitaría una bola de cristal. Quienes lo vemos desde fuera no tenemos ni idea de en qué quedó el convulsionado proceso de democracia interna que llevaron a cabo justo antes de formar la Alianza Popular. Si no está clara la situación de su dirigencia, tampoco puede estarlo hacia donde se dirigen. Sin embargo, aunque no pueda adivinarse cómo será el futuro del PPC, sí es posible responder en algún grado si su doctrina, el socialcristianismo, tendrá alguna relevancia en la escena política de los próximos años.
A propósito de la formación de la Alianza Popular, siempre se aclaraba: “No hemos dejado de ser lo que somos ni renunciado a pensar como pensamos”. Y a propósito de las diferencias entre el primer y segundo gobierno aprista, se afirmaba que el programa del APRA se había acercado al del PPC, particularmente en materia económica. Incluso se llegó incluso a explicar la alianza en nombre de un mundo en el que las fronteras ideológicas se han vuelto muy tenues, en comparación con los años de la Guerra Fría.
Por otro lado, tras las elecciones, Marisol Pérez Tello ha señalado que su partido debe “redefinirse doctrinariamente”, teniendo en cuenta que no estamos en el momento “post Velasco” que requirió “un mensaje económico muy duro” como alternativa. Y es que, salvo algunos personajes que consideran inaceptable relegar al Estado a un rol subsidiario, cierto grado de consenso subsiste en torno al régimen económico.
El tema está en que eso no quiere decir que las fronteras ideológicas hayan desaparecido, solo quiere decir que se han movido. Y si un partido ha estado demasiado tiempo enfocado en las viejas fronteras, como podría decirse del PPC y su esfuerzo por promover un manejo económico ordenado, bien podría perder el norte ante esos cambios. Vale la pena mencionar el caso de la Democracia Cristiana chilena y el apoyo de sus diputados al proyecto de aborto impulsado por el gobierno de Bachelet, del que son aliados. En qué medida su afinidad con la izquierda, surgida de la común oposición a la dictadura de Pinochet, ha sido priorizada sobre los valores socialcristianos es algo que tal vez no deba ser juzgado por un extranjero, pero sí diré que el escenario es sugerente.
Hoy, incluso quienes quieren un PPC “progresista” están en contra del aborto. Sin embargo, en la medida que crean en que las fronteras ideológicas se fueron con el muro de Berlín, quedarán dudas sobre qué tan dispuestos estarán para levantar esa bandera en el futuro. Lo mismo aplica para otros temas polémicos. Es entorno a ellos que girarán (de hecho, ya giran) divisiones ideológicas importantes, que tienen de fondo divergencias sobre qué es la dignidad y qué son los derechos fundamentales.
Cuenta Mary Ann Glendon, profesora de la universidad de Harvard, que una vez le preguntaron a Jacques Maritain sobre la preparación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que él participó. Su respuesta fue: “Estamos de acuerdo sobre los derechos, siempre que nadie pregunte por qué”. Ese por qué es en parte la gran cuestión detrás de varios debates apasionados de nuestros días. El socialcristianismo tendrá espacio en la escena pública mientras haya ciudadanos que defiendan la visión humanista cristiana del hombre y su dignidad. El “socialcristianismo institucional”, los partidos socialcristianos, tendrá futuro en la medida que no renuncie a representarlos.