¿Tiene sentido hoy la navidad?

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Hace unos días, mi hija menor Miriam de seis años, estaba terminando de escribir su carta al Niño Jesús en donde le pedía sus regalos. Al poner su carta dentro de un sobre escribió el nombre de “Jesús”, pero ahí se detuvo y me preguntó: “¿Y cómo se apellida Jesús?” ¡Vaya pregunta para más lógica! ¡Si envío una carta a alguien, tengo que poner su nombre completo en el sobre! Luego de pensar rápidamente, sólo se me ocurrió contestarle: “De Nazareth…”. Miriam me miró y lo escribió. La respuesta le pareció perfectamente lógica. ¡Qué alivio! Ello me hizo recordar mis navidades de niño, en donde uno esperaba con gran ilusión la nochebuena, contando los días, escribiendo previamente la carta al Niño Dios en donde le pedía unos regalos y me decían que me los traería dependiendo de si me había portado bien durante el año. La noche del 24 diciembre siempre fue una noche con cierta magia que se sentía en el ambiente. Mis hermanos y yo nos acostábamos temprano y a la media noche nos despertaban para ver los regalos que había traído el Niño Dios. Era un milagro de verdad. Uno tenía la fe de que un hecho sobrenatural había sucedido esa noche y que cada navidad se repetiría maravillosamente. Hoy la mayoría de los adultos han olvidado esa magia y ese sentido de la navidad. Nuestros hijos nos lo recuerdan. Al menos mi hija me lo recordó.

Actualmente el mundo ha cambiado, pues, ¿Cómo se calificaría hoy el nacimiento de un niño, en un pobre, oscuro y frio establo lleno de animales y moscas; para luego crecer y vivir trabajando como carpintero, y terminar condenado y ejecutado como el más vil de los criminales, clavado a un vulgar madero? ¿No sería visto como un triste fracasado? ¿Cómo un pobre diablo insignificante más del montón? Esto contrasta con el modelo del “hombre de éxito” de hoy. ¿Encaja este hecho tan sencillo y profundo, como es la navidad, en una sociedad como la actual en donde lo superficial prima sobre lo profundo y permanente? ¿Encaja la navidad en lo que el psiquiatra español Enrique Rojas ha denominado la “sociedad divertida”, en donde lo “divertido” y el “pasarla bien” es lo fundamental? En una sociedad mareada de publicidad, frívola y consumista, en donde el dios dinero se impone y el “hombre de éxito” es el que más dinero, sexo y poder tiene, el nacimiento del niño Dios choca frontalmente, no se entiende, pues rompe con el esquema y modelo de vida actual, constituyendo todo lo contrario a la celebración frívola, vacía y consumista de la navidad de hoy, en donde Jesús no tiene cabida ante la avalancha de publicidad comercial y en donde la imposición del Papa Noel y de un árbol se imponen. Miren una “tarjeta de navidad” actual. La mayoría ni menciona a Jesús, apareciendo imágenes de árboles, renos, Papa Noel, nieve o cualquier otra cosa… ¡Menos el del cumpleaños: Jesús! ¡Pues celebramos el nacimiento de Jesús!

Ante este panorama consumista, de pavos, regalos y panetones, tan vacío y pagano, ¿Tendrá sentido la navidad? “La enfermedad de Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual” observa Enrique Rojas. ¿Cómo suena hoy el nacimiento de Jesús? A chino, pues no se entiende. Comprar, comer, viajar y pasarlo bien. Ese es el objetivo ¡Qué se va a entender la navidad y el nacimiento de Jesús, si tenemos la sociedad de la irreflexión, del simple pasarlo bien! Tenemos que redescubrir la navidad, profundizando en su significado y disfrutarla en su verdadero sentido.

Hace más de ochenta años, Gilbert Chesterton escribió que si en el siglo XVII la navidad tuvo que ser rescatada de la tristeza, hoy tiene que ser rescatada de la frivolidad. El hombre moderno en su activismo desmesurado, ha ido olvidando la esencia de las cosas, cayendo en lo que alguna vez Quino puso en boca de Mafalda: que lo urgente le quita tiempo a lo importante. Este activismo diario aleja al ser humano de la esencia de las cosas, ya sea la familia, la amistad, su relación con Dios, su sentido de humanidad, su destino, etc. para envolverlo poco a poco en un activismo sin sentido que lo arrastra poco a poco a un relativismo absoluto, incluso de valores, que lo lleva a extraviar el verdadero sentido de las cosas. Al haberse olvidado el verdadero sentido de la navidad, es decir, al haber perdido de vista su profundo y casi mágico significado, no queda más que la frivolidad, y la frivolidad “es el intento de alegrarse sin nada sobre lo que haya que alegrarse”, en palabras de Chesterton, resultando finalmente que hasta la frivolidad como frivolidad comienza a desvanecerse.

La mayoría de las personas se están perdiendo del poder gozar verdaderamente de la Navidad porque la han identificado y reemplazado por cosas totalmente alejadas de su verdadero significado: un consumismo irrefrenable de vender y comprar a como dé lugar, pues hay que regalar como sea; el tener que celebrar una opípara cena, comiendo hasta reventar; etc. olvidándose de la realidad de lo que significa la navidad, esto es, la celebración del nacimiento de Cristo en la Tierra, es decir, Dios que se hace hombre precisamente por amor a los hombres, permitiéndose nacer de la manera más humilde y abandonada posible. Sin embargo, esto ha sido hoy en día casi totalmente olvidado e inclusive visto como fuera de lugar. Así, la costumbre de enviarse tarjetas de saludos es reemplazada por correos electrónicos fríos e impersonales en donde Jesús brilla por su ausencia. Si, en todo caso, se desea enviar una tarjeta de navidad, como indicáramos antes, casi hay que buscarlas con lupa pues son pocas las que verdaderamente llevan la imagen del Niño Dios y su nacimiento, pues la mayoría son de árboles, Papa Noeles, paisajes nevados (¿?) o las cosas más estrafalarias que se pueda uno imaginar (mapas, huacos, escudos, cuadros abstractos, etc.). Inclusive la antigua costumbre cristiana de los nacimientos prácticamente ha sido reemplazada por un árbol con bolitas, históricamente de origen pagano.

En resumen, el resultado de desechar el aspecto divino de la Navidad y de quedarnos sólo con el aspecto humano (saludos, regalos, cenas, lonches, amigos secretos, etc.), trae como consecuencia la celebración de la navidad como de una celebración de algo… ¡Sin motivo alguno! Simplemente porque de acuerdo al calendario, ya toca pues y ahí vamos. ¡Un feriado estupendo! Hay que rescatar la navidad de la frivolidad en la cual ha sido sumergida hoy, ya que es la única manera en la que de nuevo vuelva a ser verdaderamente festiva al recuperar su verdadero sentido. La Navidad es un momento del año maravilloso en el que pasan cosas de verdad milagrosas, cosas que no pasan siempre. Pero la sociedad de consumo está devorando el corazón de la Navidad, dejando simplemente un cascarón pintado.

De allí que, estoy seguro que si cada uno de nosotros, agnóstico, ateo o creyente, se concentrara y recordara, por un instante al menos, esa extraña y mágica emoción que sentía cuando era niño, de los días próximos a la Navidad, la ilusión en esa noche mágica, muy especial, en la que Dios vino al mundo, la reunión en familia y el estar juntos, estoy seguro que –al igual que lo vive hoy mi hija Miriam- redescubriremos el verdadero sentido de la navidad y del Ser maravilloso que se hizo niño esa noche y sólo así tendremos un verdadero motivo de celebración y alegría, pues lo esencial volverá a tener sentido y, finalmente… porque en lo más profundo de nosotros, siempre estará ese niño que alguna vez esperó y vivió con verdadera ilusión una autentica Navidad. ¡Que la navidad llegue a sus corazones y descubran la verdadera alegría y paz de los hijos de Dios!