Todo pasa, por Bruno Carranza

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Mi abuela me enseñó esto: “Nada te turbe, nada te espante; todo pasa”, y no veo mejor momento que este para ponerlo en práctica. Nuestro país ha pasado por una de las mayores catástrofes de las últimas décadas, no solo por la magnitud sino por el alcance. En simultáneo, la región norte del país, Lima y parte del centro-sur han sufrido las consecuencias de El Niño. Si se analiza a fondo, seguro se encontrarán negligencias estatales, obras que no se hicieron, presupuestos que no se ejecutaron, falta de prevención, etc. Sin embargo, creo que todo tiene un momento y este es el de replantear nuestro futuro a corto y mediano plazo.

Muchas decisiones en las grandes empresas se han tomado a partir de una tragedia. Suena cliché pero es cierto lo de convertir el problema en oportunidad, y este podría ser el mayor legado que deje la actual administración hacia el bicentenario. Gracias a la liberalización de la economía y la continuidad del modelo hasta el día de hoy, tenemos un país más rico y más desarrollado. Sin embargo, este fenómeno ha dejado muy claro que no hay relación directa entre lo que hemos avanzado con lo que hemos construido.

Existe una diferencia fundamental entre el planteamiento de una estrategia y su plan de acción. En años pasados, tal vez se ha hecho algo por lo primero pero siempre se falla en lo segundo. Y es que un país que no trabaja de la mano (y no me refiero a mimetizar ideologías políticas, sino a tener mayores puntos de encuentro en lo operativo), va muerto. Hoy se plantea la reconstrucción del norte, el segundo gran bastión comercial del Perú luego de Lima. ¿Acaso es momento de proyectar la construcción de una definitiva segunda ciudad en el país? Es decir, ¿no deberíamos de una vez por todas tener nuestro propio Guayaquil, Medellín, Santa Cruz o Valparaíso?

Ensayé hace unos días la posibilidad que puede tener Piura a partir de esta coyuntura. Esta región, junto a La Libertad, es la más poblada fuera de Lima; cuenta con el importante puerto de Paita, segundo en transporte de contenedores después de el Callao (relevante para un país primordialmente exportador); sus recursos naturales son vastos, permitiendo el desarrollo de la industria petrolera, minera, agropecuaria y pesquera; y en los últimos años, ha aumentado sus ingresos por turismo, principalmente por sus playas (junto a Cusco, es de las ciudades más visitadas). En educación, cuenta con la única universidad fuera de Lima dentro de las cinco universidades privadas más importantes del país. Esto es relevante debido a que uno de los principales obstáculos para la descentralización de las empresas así como de sus fábricas es el costo por incentivar el traslado de sus mejores talentos (la casi interdependencia Stanford – Silicon Valley en EE.UU., es un claro ejemplo). Su PBI también está entre los cinco primeros del Perú y su ubicación la sitúa dentro de un cluster de ciudades importantes como Trujillo y Chiclayo, lo que ayudaría al consecuente desarrollo de las mismas.

Estoy seguro de que, como este, hay más ejemplos para ser analizados. Lo principal es que estamos ante la oportunidad de convertirnos en un caso de éxito que pueda ser estudiado en algunas décadas; y que el milagro económico peruano del que habló el mundo a fines del siglo pasado y a principios de este, siga siendo una realidad patente y sostenible.

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