«El ministerio de Exteriores ruso debe apelar a todos nuestros socios. Estamos contando con todos nuestros amigos en este trabajo, que incluye la búsqueda y castigo para los culpables (…) los buscaremos en cualquier lugar, los encontraremos donde se escondan, los encontraremos en cualquier lugar de este planeta y los castigaremos«.
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La advertencia -o sería mejor decir, amenaza- proviene de Vladimir Putin quien en una conferencia concedida ayer en el Kremlin confirmó lo que hace semanas se especulaba: el vuelo 9268 de MetroJet (Kogalymavia) que se estrelló en la península del Sinaí, en Egipto, el pasado 31 de octubre con 224 personas a bordo, fue producido por la explosión de un artefacto.
Según el director del Servicio Federal de Seguridad, Aleksandr Bortnikov, para elaborar dicho artefacto se utilizó alrededor de un kilogramo de trinitrotolueno (TNT), el que había sido introducido en un pequeño envase y colocado en la parte trasera del avión, cerca a la zona de carga.
Por su parte, el Estado Islámico -que se había adjudicado el ataque horas después de ocurrido a través de un video- publicó en su magazine Dabiq, una foto con la supuesta bomba que destrozó el fuselaje del Airbus. En la nota, ISIS se jacta de haber logrado su cometido «a pesar de la inteligencia internacional» y justifica su accionar en represalia a Rusia, ya que el 30 de setiembre último el gobierno de Putin «decidió participar directamente con su propia fuerza aérea» en la ola de bombazos que los países de la Coalición ejecutan en Siria, buscando erradicar al grupo terrorista.
En la nota, además de la bomba, también aparece una imagen del avión destrozado y fotos de los pasaportes de algunas víctimas. «Una bomba fue pasada de contrabando en el avión, que condujo a la muerte a 219 rusos y otros 5 cruzados sólo un mes después de la decisión irreflexiva de Rusia», señalan los terroristas.
El gobierno ruso ha hecho una oferta de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de los responsables.