Salir o no salir. Polémica decisión que confiere a los padres y madres de familia seguir su instinto. Resulta increíble que demos el salto desde la razón y el miedo, hacia lo que intuimos que es lo mejor para ellos porque previene el peligro, a pedido de los especialistas. Ahora la salud es un tema de instinto.
En el Perú tenemos 8,5 millones de niños y adolescentes, de los que alrededor de la mitad quedó habilitado para pasear por la ciudad desde el lunes 18. El presidente Martín Vizcarra permitió que pudieran salir a las calles con la salvedad en los distritos de alto riesgo como San Juan de Lurigancho, Lima Cercado, San Martín de Porres, Ate, El Agustino, Comas, Villa el Salvador, La Victoria, San Juan de Miraflores, Santa Anita, Rímac, Villa María del Triunfo, Puente Piedra, Los Olivos, Chorrillos, Independencia, Carabayllo, San Miguel, Breña y Surquillo. Y desde ese día las señales de alerta se encendieron y muchos estiman que pronto habrá niñas y niños con el virus desbordando más los servicios de salud.
«Es importante mencionarles que, si ven a un amigo podrán saludarlo, pero no acercarse a jugar y todavía no pueden llevar juguetes, triciclos o patinetas», dijo el director de Salud Mental del Ministerio de Salud, Yuri Cutipé. Al día siguiente de efectivizada la medida, felicitó a las niñas y niños dentro de la presentación que le permitió el presidente Vizcarra, por su activa participación y responsabilidad al volver a las calles con la supervisión de sus padres. Gesto que revela la valoración de las niñas y niños como ciudadanos activos frente a la pandemia que vencen el miedo y son resilientes, de forma natural.
El argumento a favor de la salida diaria por no más de 30 minutos, fue recuperar la salud emocional de las niñas y niños haciendo frente al miedo al contagio sustentado en casi cien mil infectados en todo el país. En este escenario polémico, pude escuchar las opiniones del Consejo de Niñas y Niños de la Municipalidad Metropolitana de Lima. Sorprendida por la lucidez de sus comentarios y argumentos que se difundieron en redes sociales, me quedo con la alegría y la sorpresa de los niños y niñas que van de nuevo a la ciudad. Cierto también hubo miedo y frente a él, la decisión de no salir. Fabio, recomendó que los padres no deberían tener miedo y pidió que se inventen juegos de forma espontánea entre padres e hijos. El pedido del niño consejero fue crear nuevas formas de jugar, de vincularse, entre padres e hijos. Sugirió que se recuperen algunos juegos que se practicaban cuando no había celular. En el fondo, lo que el consejero solicitó fue retornar a la imaginación y que padres con hijos se reconecten usando su propio lenguaje a través del juego. El escenario: el espacio público. Si interiorizamos estas palabras nos daremos cuenta que el pedido implica volver a recorrer los pasos de la ciudad, pero esta vez no para que sea el centro de la vida de padres e hijos donde cada uno actúa independientemente, sino para que sea un espacio que propicie la conexión entre ambos. Es decir, antes en apariencia, todo funcionaba, pero no había conexión, no hay vínculo y sin vínculo no se siente el afecto. Las niñas y niños necesitan afecto para crecer y desarrollarse integralmente.
A saber, de los especialistas, existen dos tipos de juego: el juego estructurado que es el que vemos en los parques en los conocidos juegos infantiles y el juego no estructurado.
El juego no estructurado es el que propicia la imaginación en las niñas y niños, no requiere grandes juguetes sino crear una situación que dé paso a una historia. Y caminar por la ciudad con papá o mamá puede llevar al niño a recrear su propia historia dándole vida a cada objeto que vea y que no pueda tocar. En sí, la historia es el pretexto para jugar con el padre o la madre. Inventar personajes o hacerse pasar por alguno de ellos, en fin, no hay límite, lo único que los niños piden es que los padres se conviertan en protagonistas junto con ellos de estas historias.
Sergio Pellis, Ph.D., experto en neurociencia del juego, en sus investigaciones sobre el juego no estructurado, concluyó que realmente éste cambia la estructura del cerebro en desarrollo, fortaleciendo las conexiones de las neuronas en la corteza prefrontal, que es el área del cerebro que ejerce el control ejecutivo para resolver problemas, hacer planes y regular las emociones. Debido a que el juego no estructurado implica probar diferentes situaciones los niños aprenden por la experimentación y a medida que crecen desarrollan habilidades sociales. Según el Dr. Pellis: “los países donde tienen más recreo suelen tener un rendimiento académico más alto que los países donde el recreo es menor”.
Pero la imaginación en el juego no estructurado también se puede aplicar en la actividad física que ayuda a los niños a mantener su peso y combate el desarrollo de la diabetes. Ahora, ¿cómo generar juegos que recreen historias y que provoquen movimiento en una ciudad infectada con COVID-19?
Hay varios escalones. El primero es para padres y madres que progresivamente y de acuerdo a su instinto junto a las medidas recomendadas de salud, vayan relegando el miedo a salir. El segundo es promover la resiliencia en sus hijos, afrontando con ellos el reto de crear juegos que fortalezcan su afecto. El tercero, el gobierno local deberá promover nuevas formas de jugar en el espacio público con servicios que aseguren la salud. Y el cuarto, todos los ciudadanos tendremos que darle sostenibilidad a esta nueva forma de disfrutar y usar la ciudad.
En Tiempos del Coronavirus, las niñas y los niños se reconectan con la ciudad y con ellos, nosotros los adultos aprendemos a ser parte activa de un nuevo mundo que estamos construyendo juntos desde la imaginación. Hora de seguir rompiendo paradigmas frente a la pandemia.
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