¿UN PLAGIO, MONSEÑOR? – ¡Lea la solución y olvídese de sus problemas!

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Parece que está noticia no pasará tan desapercibida Monseñor, al menos no por un buen tiempo. Es más, me temo Su Eminencia que esto recién empieza y es que los doteros caviares ya eligieron su Lifestyler y de ahora en adelante le robarán su 5 % de vida (episcopal). Ni modo. Encontraron una debilidad y le sacarán todo el provecho posible. La caviarada avisará a sus camaradas del extranjero y empezarán a replicar la noticia en cuanto medio puedan. Univisión ya se apuntó de la mano de la conocida María Luisa Martínez, sí Monseñor, aquella que en los noventas no hizo ni un reportaje positivo sobre el Perú. Y como tampoco podía ser de otra manera, no se quedó atrás Religión Digital, bastión noticioso de los progresaurios de la Iglesia que a estas alturas deben estar dando sus últimos coletazos de vida.

Pero disculpándome por la intromisión Su Eminencia, debo confesarle algo. Le escribe un bautizado común y corriente, que como la mayoría de gentes de este país, a lo largo de su vida ha metido la pata muchas veces. Por eso, le escribo con la “autoridad” del que no la tiene pero con la paz obtenida después de muchas luchas. Fíjese Monseñor, que así, lleno de cicatrices y borrones en mi biografía personal, soy uno de los tantos que no tienen reparos en defenderlo cuando a usted lo atacan injustamente o cuando de usted se burlan sólo por remarcar el magisterio de la Iglesia. Soy uno de los tantos que reconocen en usted al Pastor encomendado por Cristo y que aunque podamos no estar de acuerdo en algunas de sus formas y modos, lo aprecia por su paternidad espiritual. Usted es como el padre de familia, que como tal, ningún hijo puede elegir previamente pero que se le quiere, al comprender su genio y temperamento.

Por eso me parece deplorable que existan columnistas que se digan católicos y que aprovechen esta coyuntura para exigir a los feligreses que no lo reconozcan como autoridad espiritual. Del mismo modo me produce arcadas leer a religiosos sumarse al festín solo porque estos quieren hacer de la Iglesia lo que su particular visión teológica les indica. Pero mucho más nauseabundo es leer a gente que es declaradamente anti Iglesia reivindicar la moralidad de la propiedad intelectual cuando a estos no les importa ni un carajo la doctrina católica. Un momentito Monseñor que voy a tomar una Buscapina.

Su Eminencia, ¿le acusan de plagio?, ¡lea la solución y olvídese de sus problemas! y es que decir “que la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco este error” no es la mejor manera de arreglar las cosas. Creo que la gran mayoría de católicos hemos descubierto en nuestras propias carnes el valor del perdón cuando nos hemos equivocado y hemos tenido que pedirlo. Es un acto digno y el sustrato de toda vida espiritual que lucha por ser coherente. No hay nada más sencillo y liberador que pedir perdón ante una falta que tratar de justificarla. Por eso  creo que debería escribir una nueva carta o un mensaje simple, pidiendo perdón por esta falta, y esto, no lo hará menos Cardenal o menos importante sino todo lo contrario, ya que ese gesto nos dará fuerzas a los que le queremos y dará un mensaje poderoso a toda la Iglesia y a sus detractores. Por otro lado ponga su columna a disposición de El Comercio (versión Berckemeyer), y si deciden no contar con usted, ¡no se haga problemas!, siempre su voz se hará escuchar de un modo u otro. Quizás no leeríamos más sus columnas en el Decano de la Prensa nacional pero ese mensajito con esas palabras se grabarían sin dudas en la memoria histórica-espiritual de todos los peruanos. ¡Hala Monseñor!