El reloj bordea las ocho de la noche y desde la famosa e histórica Casa O’Higgins van asomándose por la puerta principal cuatro chicas de aproximadamente veinte años, todas ellas vestidas de gala, seguidas por dos jóvenes, ambos en terno y sonrientes. Caminan media cuadra por el Jirón de la Unión y doblan por la peatonalización de Jirón Ica en el corazón del Cercado de Lima. La gente los mira, conversan entre ellos, y empiezan a seguirlos hasta que estos, media cuadra después de Starbucks y dos cuadras antes del Teatro Municipal deciden parar. La fiesta está por comenzar.
Al ritmo del vals las jóvenes bailan una por una, se turnan con los chicos que a la vez van a paso lento llevándolas después ya en pareja. Las personas mientras cruzan el jirón se detienen. Una señora me pregunta de qué se trata esto. Se acerca casi jalándome y luego me deja con las palabras en la boca. “¡Qué bonito vestido! En mis tiempos no era así”, dice como si se lamentara, pero inmediatamente también sintiera una alegría interior. Le busco la mirada, pero yo ya he dejado de existir, ella solo desea continuar contemplando la performance. La celebración continúa: ellas se maquillan, se prueban los tacos, arreglan los pequeños detalles de sus vestidos, y ellos, a un lado cumpliendo cada uno un rol diferente, uno es el padre de la homenajeada y el otro el chambelán. El padre no veía hacía más de cinco años a su hija, hoy regresaba y justo en sus quince años. “¡Qué coraje!”, repite nuevamente la señora de mi costado.
Esta vez ya casi sujetándome el brazo suavemente me cuenta cómo celebró, si así se le pudiera llamar, su decimoquinto onomástico. “A mí solo me regalaron una ropita, nada más… Ah, y me hicieron mi comida favorita, vino toda mi familia, algo sencillo”, me cuenta con nostalgia. Yo la siento triste y la abrazo. Ambos seguimos mirando el espectáculo. El padre ya se encuentra bailando con la madre de su hija y esta última con su chambelán. Todos en la cuadra uno del Jirón Ica gritan y corean “¡beso!” como si alzando la voz lograra que los chicos sientan sus labios para dejar conforme al público. En lugar de hacer lo que quienes estamos a su alrededor demandamos, ellos se nos acercan y nos invitan a unirnos a su fiesta. La música cambia de ritmo y alguna vieja canción de los ochentas empieza a sonar. Sin conocernos, sin habernos siquiera visto antes, sin ninguna referencia de a quién tenemos al frente todos nos miramos, intercambiamos miradas de complicidad y bailamos hasta que la playlist haya concluido.
Retorno a mi lugar y la señora que encontré cuando llegué se ha ido. La busco entre las personas, pero es en vano. Los chicos de la función regresan a la casa que alguna vez ocupó Bernardo O’Higgins y el alboroto en el Jirón Ica en cuestión de segundos se desvanece. Es hora de retomar nuestros caminos.
*“Un ser en la ciudad: caminata escénica”, dirigido por Marissa Béjar y producido por la PUCP va del miércoles 22 de agosto al sábado 25 de agosto y del miércoles 29 de agosto al sábado 1 de setiembre. El inicio del recorrido es en la Casa de la Literatura (Jirón Áncash 207) desde las 3 pm hasta las 8 pm.
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