El pasado domingo los griegos le dijeron No al llamado austericidio defendido por el establishment europeo como solución a la crisis económica. ¿Cómo lo hicieron? Eligiendo a un partido de izquierda radical llamado Syriza. Un partido que ha sintonizado perfectamente con la irritación popular helena y las ansias de cambio. No obstante, me pregunto si hay fervor y convicción en ese resultado, porque a diferencia de los que proclaman el huracán revolucionario, yo creo que la apuesta griega a sida más bien un dudoso apoyo. Recordemos que el partido Nueva Democracia ha mantenido intacto el porcentaje que recibió en las elecciones del 2012 y el mandato que ha recaído sobre Syriza no ha sido absoluto. La población quiere cambio, eso no podemos dudarlo, pero no lo quiere a cualquier costo.
Así las cosas, como decía Carlo IV en Francia, Paris o Atenas valen una misa y si bien el recalcitrante ateo líder radical ha rechazado jurar bajo el ornamento clerical, rápidamente ha pactado, no con los socialistas como algunos socialistas de champagne lo advirtieron, sino con los nacionalistas de derecha. Así es. Si no te gustaban los xenófobos y ultraderechistas de Amanecer Dorado, prepárate porque Syriza te trae a su eufemismo político: ANEL. ¿De qué le valió a Tsipras no jurar por Dios? Pues nada. Al final de la tarde decidió confiar en la versión griega de Jean Marine Le Pen. Esto quiere decir, que el europeísmo pasa a la oposición, no obstante haber recibido en ambos casos sustancial apoyo que visto individualmente es considerable. En cambio, ¿cuánto apoyo le dieron los griegos a ANEL? Un pequeño 4.75%. Inclusive recibieron menor votación que en las elecciones anteriores. ¿Será que los nuevos gobernantes han leído mal el mensaje? El resultado nos muestra que la vinculación con europea no ha disminuido, por el contrario se confirma con un sólido 38.53%. Sin embargo, eso no importa al momento de exacerbar las contradicciones, como decían los marxistas.
Digo marxista, porque si bien estos de Syrirza nos vienen con el cuento del cambio, sus recetas no son nuevas y sus caras tampoco. Son los mismos que hace años hablaban de cambio en las filas de la Unión Soviética y los mismos que derramaban revolución por todo el mundo. Hoy, democratizados para nuestra suerte, nos dicen cambio para enchufarnos las recetas fracasadas de la abuela. Y ese es el tufillo que vuela por Europa y para eso quieren soberanía los extremos. No la pregonan para el mejor desarrollo de sus pueblos, sino por la eterna soberbia de creer que más allá de la caída del muro, sus padres tenían razón y que la historia es la mera continuación del error. Así los Podemofilos buscan meterse por los palos en España, con el mismo discurso rompiste, populista y aguachento. Y nos prueban una vez más, que como decía ese titán de la libertad como era Churchill, “el fanático es alguien que no cambia de opinión y no quiere cambiar de tema”.
25 años caído el muro y ante esa nefasta receta de austeridad, los rojos como lobos entre corderos nos quieren llevar al matadero electoral. Y ahí está ese tufillo conservador, que no busca innovar, sino remedar o repetir, pero esta vez con coleta y media training el camino hacia la pobreza. Y esto la gente lo sabe, porque las encuestas lo confirman, en España tampoco existe un aplastante apoyo a Podemos, hay todavía reductos sólidos sobre los cuales los partidos tradicionales se apoyan o un techa somero que puede abrir la puerta a nuevas y más sensatas figuras como la de Albert Rivera, pero no hay avalancha revolucionaria, eso está claro. Hay sí, no podemos negarlo una necesidad de cambio, pero cambio con prudencia (por no usar la frase electoral de un partido conocido). Nadie para entregarse por completo a los radicalismos, ni en Grecia, ni en España y espero tampoco en el Reino Unido o en Francia. Siempre la oferta política mainstream mantienen porcentajes altos, pero debemos entender que no es un viento refrescante el que se asoma por Europa, es el viejo tufillo de la izquierda radical o los ultras de derecha.