“¿Por qué no permitir que la maternidad sea siempre el resultado de la voluntad y el amor?”, se pregunta la congresista Verónika Mendoza (AP-FA) en una columna publicada recientemente por el diario El Comercio. Sin duda, todos queremos que la maternidad se de siempre en dichas circunstancias. ¿Cómo lograrlo? La propuesta que defiende Mendoza es que una madre que haya concebido a su hijo en circunstancias indeseables pueda eliminarlo sin que ello tenga consecuencias penales. A continuación algunas observaciones a la propuesta de Déjala Decidir y sus alfiles.
En primer lugar, hay que dejar clara una definición: la maternidad se produce con la concepción del hijo (deseado o no) y no termina nunca, incluso con la muerte de este. Es similar a lo que ocurre con un divorcio. Una persona que ha disuelto un matrimonio civil del que formaba parte se convierte en un divorciado, por el hecho de haberlo disuelto, y no deja de serlo nunca (al margen de las formalidades), pues es una condición definida por un hecho del pasado. Una persona que ha concebido un hijo se convierte en su padre o madre, por el hecho de haberlo concebido, y solo un viaje en el tiempo podría cambiar aquel hecho pasado.
Teniendo esto en cuenta, uno puede notar que la congresista Mendoza no propone una medida para evitar que se produzcan maternidades en situaciones ajenas a la voluntad y el amor, ya que el supuesto que se pretende despenalizar contempla que ya hay maternidad. La propuesta es, nuevamente, que esa madre pueda eliminar a su hijo concebido por una violación, en razón de su libertad para decidir su proyecto de vida. Ahora, considerando que esa mujer será madre respecto a ese hijo durante toda su vida, lo lógico sería que la vida del hijo pudiera ser suprimida en cualquier etapa y no sólo en el embarazo. ¿Cómo así? Pues, que tenga 5 años no cambiará el hecho de haber sido concebido en una violación y tampoco quitará que esté afectando el proyecto de vida de su madre.
Naturalmente, el propósito de esta observación no es sugerir que cualquier madre debería poder asesinar a sus hijos en cualquier etapa, sino hacer notar que la forma en la que se presenta la propuesta es incompleta. Lo que Déjala Decidir plantea es lo siguiente: que esa madre pueda eliminar a su hijo concebido por una violación, en razón de su libertad para decidir su proyecto de vida, siempre que este no haya nacido. Esto, por supuesto, implica una excepción al derecho a la igualdad en la ley (Constitución, artículo 2.2), específicamente en lo que respecta a la protección del derecho a la vida. Como bien saben las ONG’s que apoyan la despenalización, tales excepciones solo se pueden hacer en razón de la naturaleza de las cosas.
Por tanto, si personas como la congresista Mendoza quieren apoyar una iniciativa como Déjala Decidir, no solo deben hablarnos de las víctimas de violaciones sexuales como si quienes se oponen no fueran conscientes de la magnitud de tal vejación. También deben explicar cómo así resulta que, por naturaleza, el estado del desarrollo del ser humano determina si una vida vale más o menos.
Eso en cuanto a la desigualdad entre aquellos que van a nacer y aquellos que ya nacieron. Otra desigualdad que se generaría es entre aquel nasciturus concebido en una violación y aquel nasciturus concebido en circunstancias distintas. Aquellos que hayan sido concebidos en circunstancias distintas de una violación tendrían salvaguardado su derecho a la vida, mientras aquellos concebidos por una violación sexual, no. Por tanto, habría que inferir que para los alfiles de Déjala Decidir, por naturaleza, la vida de aquel que fue concebido por una violación vale menos y, por eso, se puede disponer de ella sin consecuencias penales.
Ahí sale a flote lo que se esconde detrás de las caras bonitas de Milett Figueroa o Mario Hart: No es que estas personas crean que la vida del concebido en una violación vale menos que la de otros (sería demasiado políticamente incorrecto, incluso para los mencionados peones de la campaña). Lo que ocurre es que consideran que la vida del concebido, en general, vale menos (por no decir, nada). Es eso lo que nos debe hacer suponer que las campañas del bando pro-choice no acabarán con la injustificada discriminación que pretenden legitimar con Déjala Decidir.