Universidad Peruana: ¿La tierra prometida?

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En la República Peruana existe desde hace varias décadas, una especie de mito o verdad sine qua non, que establece que quien no es universitario, no es nadie en la vida. La universidad es “la tierra prometida”. Muchos recordarán cuando eran pequeños, siempre nuestros abuelos, tíos y demás parentelas nos preguntaban qué queríamos ser “cuando fuéramos grandes”: abogado, ingeniero, médico, etc. Más aún, cuando ingresábamos al quinto año de secundaria, uno tenía que tener claro lo que quería ser pues “ya era grande”, así que había que escoger una carrera e ir a la universidad. Sin embargo existía un pequeño inconveniente: las universidades no tenían lugar para todos, razón por la cual se ofrecían pocas vacantes y uno tenía que postular y dar un examen para ganar algunas de esas pocas vacantes. Para ello uno debía prepararse, esto es, estudiar todo el año o, mínimo, a partir del mes de agosto, a fin de poder dar el examen de ingreso que era, por lo general, a principios del mes de marzo de cada año. La inmensa mayoría de postulantes se matriculaban en academias preuniversitarias, las cuales constituían un negocio redondo para sus propietarios, obteniendo estos pingues ganancias de este “sistema” de ingreso a las universidades.

Los exámenes por lo general eran muy rigurosos y exigentes, dependiendo de la universidad a la que uno postulara. Las probabilidades podían ir de cada diez postulantes uno ingresaba –como sucedía en si postulabas a la Católica o a la de Lima- como que de cada treinta ingresaba uno, si postulabas a la Cayetano Heredia, Pacífico o a San Marcos por ejemplo. De allí que el alumno literalmente se “encerraba” a estudiar cual ermitaño, todo el verano, a fin de prepararse para el examen. Los postulantes eran fácilmente reconocidos en las calles por su transparente palidez cuasi anémica –falta de bronceado pues la playa ni se pisaba- y por tener una cara de “nerd” en potencia. Sin embargo, cuando uno ingresaba, la alegría que experimentaba era quizá una de las más grandes que sentirá en toda su vida. El esfuerzo valía la pena y a los hombres se les cortaba el pelo a “coco”. Uno salía a la calle con orgullo, todo rapado y con una gorrita para que el sol no te quemara el “coco”. A las mujeres se les respetaba su cabello. Se tenía la idea que el que no ingresaba a la universidad no era nadie, y su destino sería ser el fracaso más absoluto. La universidad es pues la “tierra prometida”.

Hoy el “sistema” ha cambiado y, las verdades sean dichas –y ello me lo confirmarán todos aquellos que vivieron y postularon en esas épocas- hoy el “sistema” de ingreso a las universidades es mucho más sencillo, por no decir fácil y en algunos casos regalado. Tan es así que la mayoría de muchachos que ingresan hoy a la universidad ya ni siquiera se corta a coco el pelo pues, hay una sensación como que la cosa no fue difícil y para qué uno se va a rapar. Muchos ingresan casi sin darse cuenta que ingresaron, casi como por costumbre o porque ya toca o porque toda una avalancha de universidades se arrojan encima de los escolares, ya desde cuarto de secundaria, para “captar” a la mayoría de estos a sus universidades, pues el estudiante hoy se ha convertido, lamentablemente, en un apetitoso “cliente” para muchas universidades y al cliente hay que darle lo que pide pues “siempre tiene la razón”. Todo eso hace además que el alumno no valore la universidad y la enseñanza superior que recibe, pues casi no le ha costado, salvo a sus padres que son los que la van a pagar. Hoy las universidades ofrecen lo indecible para captar a los estudiantes: ingresos sencillos (una entrevista, un examen light y punto), carreras “al gusto” y si se pertenece a tercios superiores mejor, etc. prácticamente el ingreso es un hecho.

Hoy en el Perú abundan y sobran universidades. Las hay para todos los gustos: serias, poco serias, chicheras y las del tipo “adquiera su título al gusto”. Hasta las últimas legislaturas en el Congreso de la República podían verse a un sinnúmero de congresistas, queriendo pasar a la “posteridad” proponiendo la creación por ley, de universidades en sus regiones o provincias. Así se han creado un sinfín de universidades que están prácticamente de adorno –como si fundar una buena universidad fuera tan sencillo-, o para el enriquecimiento de sus propietarios cuando son creadas como sociedades anónimas, esto es, como empresas en donde el fin de lucro brilla por doquier sobreponiéndose en muchos casos, al fin formativo y educacional.

De otro lado, la sobreabundancia de universidades implica un cierto engaño hacia los jóvenes que creen que todos serán profesionales de éxito y que conseguirán un buen trabajo, más aun cuando han sido admitidos prácticamente sin mérito alguno. Los resultados comienzan a verse al poco tiempo cuando la mayoría de ingresantes son desaprobados en los cursos y muchos inclusive son expulsados de la universidad por tener cursos desaprobados por tercera vez, salvo que ciertas universidades bajen la exigencia y “ayuden” a estos estudiantes con las facilidades del caso, para obtener sus títulos sin problema alguno. Pero ¿Quién va a contratar a estos “profesionales”? Es en ese momento que se dan cuenta que la universidad no es la panacea ni garantía alguna de trabajo a futuro.

El resultado de la sobreabundancia de universidades es que sobran profesionales en el Perú. ¡Tenemos los taxistas académicamente más prestigiosos del mundo! Pues muchos son profesionales sin trabajo: abogados, administradores, ingenieros, economistas, médicos, etc. que ante la falta de trabajo deben hacer taxi para poder ganarse la vida. ¿Esto es realmente un buen sistema universitario? Definitivamente no funciona, salvo para las universidades que busquen hacer un buen negocio, pero no formar verdaderos profesionales. ¿Será una cuestión tan sencilla como el cambiar a la Asamblea Nacional de Rectores -ANR por una Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria – SUNEDU? En el Perú nos encanta cambiar de nombres a las instituciones y terminamos con más de lo mismo. Esperemos que la SUNEDU funcione.

Recientemente, un estudio publicado por el Banco Central de Reserva, elaborado por los especialistas de la Universidad del Pacífico, Pablo Lavado, Joan Martínez y Gustavo Yamada, reveló que en el Perú el 40% de profesionales universitarios están subempleados. Esta cifra se ha incrementado, pues en el 2004 la tasa llegaba al 29%. La creación de universidades con “menor calidad” educativa es una de las razones para esta situación. Un profesional subempleado puede ganar hasta S/. 2,800 menos que uno adecuadamente empleado. El subempleo es aquella situación en la que el profesional está haciendo un trabajo que requiere mucho menos nivel de educación que éste ostenta. El mencionado estudio divide el subempleo en estricto y flexible. Para que exista el primero tienen que cumplirse tres condiciones: sobreeducación, trabajar en ocupaciones no profesionales, y sueldo no adecuado y subpagado. En el segundo caso solo se necesitan las dos primeras.

Hay un conjunto de carreras que agrupa más subempleados en el Perú. Las principales son las que están dentro del área de Humanidades y Ciencias Sociales, que en el 2012 mostró un 68% de subempleo flexible y un 38% totalmente subempleado. Las carreras que son parte de las Ciencias Económicas también registran un alto número de subempleo (50% flexible y 32% rígido), además de las Ingenierías (43% flexible y 32% rígido). Las carreras de Salud, que no son medicina, también figuran como subempleadas (30% flexible y 24% rígido).

El estudio en cuestión señala que un profesional subempleado en el Perú percibe un 30% menos de ingresos en promedio que otro profesional que sí ejerce lo que estudió. Hay casos específicos en que las diferencias son más notorias. Una de estas carreras es la de Derecho, en que un profesional adecuadamente empleado gana en promedio S/. 3,805 mensuales, según datos al 2012, mientras uno subempleado percibe un ingreso mensual de S/. 973, es decir S/. 2,833 menos. Un profesional subempleado del área de Ciencias Económicas y Empresariales gana S/. 1,677 menos al mes que alguien con empleo adecuado, mientras que profesionales de Ingeniería, Ciencias Sociales y Medicina perciben ingresos menores al mes por S/. 1,677, S/. 1,531 y S/. 1,550, respectivamente.

Finalmente el estudio del BCR indica que en los últimos años hubo en el Perú un auge de creación de universidades fundamentalmente privadas, y que el 75% de esta nueva oferta es de menor calidad que sus predecesoras. Aparentemente no hubo muchos controles previos de calidad o se hicieron de una manera poco eficaz y la consecuencia fue que la oferta creció sin mayor control previo de calidad. Se espera que la creación del SUNEDU haga cambiar esta situación y mejore la regulación de las universidades, lo que traería como consecuencia una mayor calidad de la educación de los profesionales. Sin embargo, hay que romper el mito de la universidad como “tierra prometida” e impulsar carreras técnicas y de mando medio. En Estados Unidos un mínimo porcentaje de los alumnos que termina la secundaria va a las universidades. La inmensa mayoría invierte en negocios y hace empresa. En el Perú sobran profesionales y faltan empresarios como Añaños o Wong que hicieron empresa sin pasar por el mito universitario. Entendamos que la universidad no garantiza necesariamente un trabajo ni una seguridad en la vida. Ello depende de nosotros, de nuestro esfuerzo y trabajo. La universidad lamentablemente, no es pues la tierra prometida.