Víctima del Sistema, por Daniella Paredes
«A estas alturas, sería iluso pensar que al presidente Castillo le importa el bienestar del país. Si ese fuese el caso, no se habría postulado a un cargo para el que no está preparado».
Era un lunes como cualquiera. El televisor estaba prendido en el canal de noticias, último minuto, el presidente pide disculpas al pueblo y dice haberse expresado mal sobre abrirle salida al mar a Bolivia. Él sería incapaz de regalar territorio nacional a otro país. Pasaron las horas y la voz de los conductores seguía llenando el espacio vacío del cuarto. Cada escándalo político parecía ser peor que el anterior. Apagué el televisor.
Llegada la noche, una noticia empezó a repetirse en la pantalla de mi celular: “Presidente Pedro Castillo anunció la salida de todos los ministros y la conformación de un nuevo gabinete”. ¿Qué está haciendo con el país? – pensé. En medio de la indignación, traté de reflexionar sobre por qué el presidente está donde está y se rehúsa a desprenderse del cargo.
Primero, caí en la cuenta de que Pedro Castillo se ha autoproclamado salvador y redentor de un pueblo que se hace cada vez más pequeño. Su discurso casi mesiánico no es más que el reflejo de un hombre cegado por su ego, de un hombre incapaz de reconocer su incapacidad, de un hombre que hace todo por un fin sin importarle los estragos que deja para conseguirlo.
También entendí que su victimización se refugia en lo más profundo de lo absurdo: a sus ojos, él es víctima de un sistema gubernamental que desconoce y que no tiene planeado conocer. En su cabeza, quienes lo atacan no son sólo personas, sino también aquellas leyes que ha condenado y quiere cambiar por completo sin siquiera leerlas.
Su falta de entendimiento sobre el país y su afán de mantenerse en el poder se traducen en su actitud arbitraria, en su necesidad de reforzar que él es el presidente de la República. Esto representa, más que un problema, una amenaza para el país: quien vive por el poder difícilmente querrá cederlo.
Pedro Castillo ha optado por elegir quienes son sus enemigos: quienes piden que el jefe de Estado tenga nociones básicas sobre política; quienes rechazan la designación de ministros cuestionables; quienes piden explicaciones por los escándalos políticos que suceden por lo menos una vez al día; y quienes le exigen que empiece a gobernar o de un paso al costado.
A estas alturas, sería iluso pensar que al presidente Castillo le importa el bienestar del país. Si ese fuese el caso, no se habría postulado a un cargo para el que no está preparado, ni hubiese arriesgado el bienestar de millones de peruanos para “aprender” en su nueva escuela llamada “Perú”.
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