Y después de Francisco, ¿qué?, por Alfredo Gildemeister

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Ha transcurrido un mes de la visita del Papa Francisco al Perú. Aún están frescos en nuestra memoria muchísimos recuerdos y vivencias, tantas historias y anécdotas que cada uno debe estar guardando muy dentro de su corazón. Fueron días muy especiales en los que de alguna extraña manera “sentíamos” que Cristo se había detenido unos días en el Perú. Recuerdo que tuve la misma extraña “sensación” aquellos días de 1985 y 1988 cuando san Juan Pablo II visitó el Perú. Son recuerdos imborrables que quedarán para siempre. Sin embargo, habiendo pasado un mes de su visita, debemos preguntarnos ¿Qué nos dejó a cada uno de nosotros la visita del Papa Francisco? ¿Sólo un lindo recuerdo y nada más? ¿La experiencia de haber visto a un Papa? ¿Un momento de euforia, “feeling” y alegría colectiva ante un hombre con un carisma y simpatía fuera de lo común? ¿O quizá solo indiferencia?

Todos hemos sido testigos de los millones de personas que saludaban a Francisco a su paso por las calles. Prácticamente no hubo calle o avenida alguna en donde no le saludaran u ovacionaran miles de personas. El Papa estaba impresionado por ello. ¡La fe de las calles decía! Luego a todos causó asombro el poder apreciar la fe de tantos miles de personas en Puerto Maldonado, Trujillo y Lima. Pese al terrible calor y otras mil incomodidades, personas de toda condición social, especialmente los más humildes -incluyendo personas enfermas-, todas esperaban ver, aunque sea unos segundos a Francisco. La gente se agolpaba en las calles y avenidas para ver a Francisco bendiciendo a la gente desde el papamovil o, en todo caso, ver su rostro o solo su brazo o su mano saludando desde la ventana delantera de su carrito Fiat con el que recorrió también buena parte de las tres ciudades que visitó. Y la gente no se movía de su sitio hasta verlo pasar. Muchos inclusive pasaron la noche anterior asegurándose un lugar para verlo pasar a Francisco un par de segundos, pero serán segundos que nunca olvidará en toda su vida. La sonrisa del Papa gravada en su corazón nadie se la quitará. Era impresionante ver el rostro de felicidad de aquellos miles que estuvieron en la Santa Misa en la playa de Huanchaco ¡en pleno verano! Sancochándose literalmente de calor, con el mar a sus espaldas. ¿Qué es lo que movía a éstas miles de personas a tanto sacrificio? ¡Ya quisiera cualquier político del mundo poder convocar a tantas personas! ¡Ya quisiera cualquier artista, cantante o banda de rock convocar a tantos fans! Repito entonces, ¿Qué es lo que hacía a esta gente asumir felices tantos sacrificios por ver o compartir unos momentos con el santo Padre en la Nunciatura, en la Plaza de Armas de Lima, etc.? ¿Estaría loca? ¿Quizás un caso de histeria colectiva?

Finalmente vendría la Misa en Las Palmas. Mas de un millón y medio de personas nada menos, llegando a la base aérea desde la noche anterior, tirados en el suelo, pasando hambre, sueño, frio y mil incomodidades más, ¿Y todo para qué? Para asistir a la Santa Misa que celebraría el vicario de Cristo en la tierra, nada más y nada menos. No se trataba de un concierto de rock, otro Woodstock o escuchar algún cantante internacional, o nada que se le parezca. Entonces repito, ¿Qué movió a este mas de millón y medio de personas a asistir a una misa, bajo un sol y calor espantosos, a un arenal, a tirarse en el suelo o estar parados horas de horas? Pues la gran fe de nuestro pueblo peruano. Así de simple y claro. Es la respuesta al mundo de un pueblo inmensamente católico.

Entonces debemos preguntarnos, y después de Francisco ¿Qué? ¿No pasa nada acaso? No podemos volver a ser las mismas personas que éramos antes de su visita: los mismos políticos, empresarios, padres y madres de familia, hijos e hijas, trabajadores, etc. Tiene que comenzar un cambio, un proceso de conversión interna en cada uno de nosotros. No podemos seguir siendo los mismos de siempre. Un cambio tiene que haber ocurrido en nuestros corazones y en nuestras almas. Una conversión a fondo que es lo que pide el Papa. Deben de haber nacido propósitos de ser mejores personas, de luchar por mejorar el ambiente en que vivimos, etc. Ello requiere perseverancia y lucha constante, pues no podemos desinflarnos luego de tanto entusiasmo y volver a lo mismo. Para ayudarnos tenemos los sacramentos, la oración, la gracia de Dios, etc. ¡El viaje de Francisco al Perú no puede haber sido en vano! De allí que ha pasado un mes de su visita y debemos seguir adelante. ¡no podemos defraudar a Francisco! ¡no podemos defraudar a Cristo que espera mucho de nosotros, que espera mucho del Perú! Este entusiasmo y gran ola de fe del que hemos sido testigos no puede quedar en la nada. Debe transformarse en una gran paz y alegría interior en cada uno y seguir adelante. ¡Hay que trabajar por nuestro país! Como bien dijo el poeta: “Hay hermanos mucho que hacer!” ¡A recristianizar el mundo se ha dicho! ¡Francisco espera mucho de nosotros! Como bien escribió un gran santo moderno: “En estos momentos de violencia, de sexualidad brutal, salvaje, hemos de ser rebeldes. Tú y yo somos rebeldes: no nos da la gana dejarnos llevar por la corriente, y ser unas bestias. Queremos portarnos como Hijos de Dios…”. De allí que el Papa llame a los jóvenes a “salir a las calles”, a ser rebeldes para no dejarnos dominar por esa ola de corrupción y fatalidad. ¡Dios puede más!

Me consta de fuentes de primera mano que el Papa se fue gratamente impresionado del Perú, feliz. La fe de las calles, la fe de millones de personas lo dejó casi sin habla. No se esperaba esto. Ha “tocado” nuestra fe, como bien dijo. De allí que en sus palabras de despedida en Las Palmas Francisco nos haya dicho emocionado: “Me ha hecho bien encontrarme con ustedes… Comenzaba mi peregrinación entre ustedes diciendo que Perú es tierra de esperanza… Tierra de esperanza por los jóvenes, los cuales no son el futuro, sino el presente del Perú… Chicas y chicos, por favor, no se desarraiguen… A todos los invito a no tener miedo a ser los santos del siglo XXI… tienen tantos motivos para esperar, lo vi, lo “toqué” en estos días… Por favor, cuiden la esperanza, que no se la roben. No hay mejor manera de cuidar la esperanza que permanecer unidos, para que todos estos motivos que la sostiene, crezcan cada día más. La esperanza no defrauda. Los llevo en el corazón”.

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