El pasado sábado 14 se celebró el día de los enamorados. Estoy seguro que a nivel mundial, millones de parejas de enamorados se dijeron, juraron, rejuraron y recontrajuraron amor eterno, para siempre, contigo hasta la muerte, contigo pan y cebolla, para toda la eternidad… etc., etc., etc. En el Perú también cientos de parejas se juraron todo lo que había que jurarse y para siempre. Miles de parejas invadieron los parques públicos –en especial el huachafamente denominado “Parque del Amor” en Miraflores-, restaurantes, hoteles, heladerías, pizzerías, malecones mirando al mar, etc. Una simple pregunta: ¿El próximo año continuarán estas mismas parejas jurándose amor eterno? Sólo Dios sabe. En San Valentín se supone que se celebra el amor de enamorados, aunque para muchos lo que se celebra y homenajea es simplemente al amor. Pero, ¿Qué es lo que realmente se celebra? ¿Celebramos el amor entre enamorados? ¿Celebramos u homenajeamos al amor en abstracto? ¿Cuál es la realidad de este día? ¿Conocemos el proceso del amor? Porque en el fondo, el amor es un proceso que toma su tiempo y en el que la cuestión de fondo es el arte de amar. Así de simple y así de complicado.
Hoy se habla mucho del amor. Más aún, diría que hoy se habla demasiado del amor. Se manosea la palabra amor casi como si se tratara de una mujerzuela de la calle. Se ha banalizado y casi prostituido el amor. Se le utiliza para explicar y justificar cualquier sentimiento y cualquier actuación, pues hoy el amor lo justifica todo: la infidelidad, el erotismo, la pornografía, el sexo, el robo, la lujuria, el asesinato, el homicidio, la agresión, etc. pues muchos habrán escuchado cosas como por ejemplo: “por amor dejó a su esposa y se fue con Fulana”; “abandonó a su marido porque encontró el verdadero amor”; “¡Que deje al esposo, tiene derecho a ser feliz!”; “por amor asesinó a su pareja”; “Fue un crimen pasional, por amor”; tengamos primero sexo, de lo contrario, no me amas”; “te amo demasiado, por eso te dejo”; “Yo soy así, o me amas como yo quiero o no me quieres”; etc.
Hoy a cualquier relación superficial y pasajera la llamamos “amor”. Incluso se habla más de “uniones sentimentales”. Pero ¿De “enamorados”? Poco o nada. Uno se refiere a la otra persona como “mi pareja”, “mi conviviente”, “mi actual pareja”, “mi compañera, compañero”, etc. pero ya no se estila hablar de enamorado o enamorada, esposo o esposa, novio o novia. Todo se ha tergiversado. El amor se ha banalizado. Pues, ¿Qué significa estar realmente enamorado o enamorada? La propia palabra lo dice: “en-amorado” esto es, estar en el amor. Para eso tenemos que conocer qué es realmente el amor en sí. Pero hablamos del amor sin demasiada propiedad. De allí que hay que volver a descubrir el verdadero sentido del amor, restituir su profundidad y misterio, recuperar el término en su sentido teórico y práctico, volver a incluirlo realmente en nuestra vida.
Una cuestión, entre muchas otras, que hoy afecta al amor es la distinción entre amor y sexo. Hoy se confunde amor y sexo, casi como si fueren sinónimos. Hoy abunda el sexo pero escasea el amor auténtico. Vivimos una idolatría del sexo. Se confunde la pasión con el amor, y la pasión se agota, termina, el verdadero amor no. Hay que tener claro, como bien señala el psiquiatra español Enrique Rojas, que “el amor humano es un sentimiento de aprobación y afirmación del otro”, por el que nuestra vida tiene un nuevo sentido de búsqueda y deseo de estar junto a la otra persona. El verdadero amor busca hacer feliz a tu pareja y eso trae como consecuencia la propia felicidad. Sin embargo, hoy es al revés. Se busca a la persona “que me haga feliz”, “que haga lo que yo quiera”, “que me de gusto”, etc. De lo contrario, “no me ama”. Como mencionáramos antes, el amor es un proceso que toma su tiempo y en el que la cuestión de fondo es saber amar. El término “amante” viene de amar, la persona que verdaderamente ama, y no es el caso del adultero o adultera que fornica engañando a su esposo o esposa con otra persona. El proceso del amor comienza con la primera atracción física en el enamoramiento –pues por lo general, todo entra por los ojos- y el proceso es largo, pues la meta es encontrar a esa persona con la cual quieres compartir toda tu vida, para siempre. No andar de salto en salto, cambiando de pareja como quien cambia de camisa. Los que llegan a la meta alcanzan ese “desear estar junto al otro”, característica que define el amor.
Pero, ¿En qué consiste amar a alguien? Amar a otra persona es desearle lo mejor, mirar por ella, por sus ojos. Cuando una persona está realmente enamorada, mis tías abuelas decían “le mira los ojos”. Se la trata de manera excepcional, se le da a esa persona, lo mejor de nosotros. Es una entrega total de todo tu ser, en cuerpo y alma. En el verdadero amor no caben términos medios, no hay negociaciones. Es el todo o nada. No es una entrega paulatina, por partes, de a pocos. Es una entrega total, ciento por ciento, si no es más. El egoísmo no cabe en el amor. Es todo lo contrario, es la entrega más absoluta. Y una cosa más: Cuando uno está verdaderamente enamorado, esta entrega plena brota de forma natural. El verdaderamente enamorado no mira a otra persona, ¡Ni se le ocurre! Sólo piensa y vive para el ser amado. Nadie más existe. Si bien inicialmente lo que atrae por lo general, es la apariencia física, la belleza, esta atracción luego se torna psicológica y espiritual, esto es, se torna más profunda. El amor que sólo se basa en la belleza física, suele tener mal pronóstico. Hoy se ha endiosado a la belleza física. Abundan los gimnasios, los metrosexuales, las modelos, etc. Pero con sola la belleza física, no se llega muy lejos en el proceso del amor. De allí que en el enamoramiento, el sentimiento esencial es: “Te necesito”; “eres el fundamento de mi vida”, “eres mi proyecto”, “sin ti mi vida no tiene sentido, eres mi vida”. Maurice Blondel define el amor como “lo que hace ser” y efectivamente es así. La persona enamorada se siente mejor, se siente “vivir”, vive plenamente cada minuto de su vida, es feliz, alegre, ríe, sueña, es mejor persona, duerme mejor, etc.
Todo ser humano necesita amor, amar y ser amado. La felicidad no es posible sin el amor. Amar es buscar lo mejor para el ser amado, estar juntos para siempre. La plenitud del amor se materializa en este proceso con la constitución de una familia, los frutos de ese amor se ve en los hijos, de allí el sentido intrínseco de la sexualidad en el matrimonio, no antes. Este amor llena el corazón del ser humano de alegría y paz, lo sacia interiormente, se siente pleno. En una relación sexual sin amor auténtico, la otra persona es un objeto de placer. No se busca el bien del otro, sino el goce con él. No es amor verdadero pues se ha utilizado e instrumentalizado a la otra persona para el propio placer. Por lo general el que utiliza a la otra persona es egoísta, hedonista y ególatra pues sólo persigue su propia satisfacción, la cual no dura mucho tiempo, pues el placer sexual termina y viene un vacío enorme que nadie llena, pues no se ama de verdad a la otra persona sino a sí mismo. De allí que las relaciones basadas sólo en lo sexual y el pasarla bien, tarde o temprano terminan, empalagan, hastían. Por ello, el verdadero amor también es compromiso y responsabilidad. Lo que se consigue sin esfuerzo y sin compromiso, no se aprecia, pierde su valor y a la larga, su atractivo, termina en la nada y en la infelicidad más absoluta.
De allí que si celebramos San Valentín, que sea un homenaje al amor y los respetemos de verdad. El verdadero amor al ser amado es profundo, leal, sacrificado y para siempre. Requiere sacrificios y en muchos casos sufrimiento. Eso es lo que cuenta y no celebremos ese sentimentalismo meloso cargado de erotismo bobalicón, de telenovela barata, tipo amores TV basura estilo “Combate”, “Esto es guerra” o “Choliwood”, al que hoy pobremente se le llama amor, como si se tratara de una pobre baratija. Eso es cualquier cosa menos amor. No balicemos el amor.
Pasó San Valentín, gran negocio para los comercios, florerías, dulcerías, restaurantes, hoteles, etc. Pero ¿Cómo queda el amor? ¿Las parejas de enamorados serán mejores personas, se amarán más, estarán más comprometidas y se amarán en serio? o ¿Es San Valentín sólo un pretexto más para simplemente “pasarla bien” con tu “pareja” y luego ya vemos? Esperemos que no. De allí que, pasado San Valentín, ¿Qué queda?
Quien ha estado y está verdaderamente enamorado, quien ama de verdad… ¿No recuerda acaso ese maravilloso y mágico sentimiento como lo mejor de su vida? ¿No es maravilloso ver hoy a tantas parejas de ancianos, profundamente enamorados aun, luego de cuarenta o cincuenta años de casados? ¿Cuál es su secreto? Lo más probable es que sea la entrega mutua, el saber escucharse y perdonarse mutuamente, el saber sacrificarse por el otro, prolongando su amor en sus hijos y nietos… para siempre. ¿Acaso no es eso el verdadero amor, lo mejor de la vida? Recuérdelo usted, mire en su corazón… y luego me dirá…