Hong Kong. Pocas semanas antes de la Navidad. En los comercios, en los grandes almacenes, en los restaurantes de comida rápida, todos van con su gorrito de Navidad. En los malls se acumulan los adornos navideños. Todos ellos «made en China», un Estado no precisamente religioso y menos aún cristiano.
– Aquí nos gusta mucho la Navidad – me dice un mesero.
En el restaurante de comida rápida suenan, en versión «kitch», como casi siempre, villancicos. También suena «Noche de paz».
Oberndorf es una población cercana a Salzburgo en Austria que el 1 de enero de 2014 tenía 5573 habitantes. Seguro que el 24 de diciembre de 1818 eran bastantes menos. ¿Cuántos de ellos fueron esa noche a la Misa de Navidad en la pequeña iglesia? Fueron los que asistieron al «estreno mundial» de un villancico que casi 200 años después está traducido a más de 300 idiomas. Se cuenta que nació porque en el pueblo había ocurrido un pequeño desastre: se había malogrado el órgano de la parroquia y el acompañamiento musical de la Misa de Navidad, ejecutado por los niños del pueblo, peligraba. Se cuenta que el vicario del pueblo, Josef Mohr, le comentó al maestro que algún tiempo atrás había escrito un villancico y que quizá el maestro (que era quien dirigía el coro de los niños) podría ponerle una música sencilla. Se dice que Franz Xaver Gruber, el maestro, así lo hizo y de esta forma nació «Stille Nacht, heilige Nacht», que el coro cantó en esa noche, acompañado por el propio maestro – a la guitarra.
Esto se dice. Quizá haya algo de leyenda en ello, pero ni la fecha ni el lugar plantean dudas. ¿Cuántos de los que asistieron a aquella Misa adivinaron que estaban siendo testigos de un acontecimiento mundial: la presentación de un villancico que se podrá cantar en cheyenne como «Pavetaa’eva nehe’xoveva Tsexho’ehnese ho’eva» o en suahili, como «Usiku mtakatifu! Wengine walala» ; en una palabra, la canción de Navidad que se haría con el primer lugar en el «ranking» de la música navideña, desplazando al villancico hasta entonces más universal, el «Adeste fideles», compuesto probablemente por un músico inglés del Barroco (aunque sobre este tema hay una gran controversia).
¿Y cómo fue que de Oberndorf saltara, por ejemplo, a un restaurante de comida rápida de Hong Kong, donde sonaba mientras un mesero con un gorrito de Navidad un poco ridículo comentaba que allí, en Hong Kong, les gusta mucho la Navidad?
Es imposible reconstruir todos los pasos, pero sabemos que en 1833, otro músico del Tirol, esta vez el director del coro de Fügen, salió de gira con su conjunto coral, para presentar en varias ciudades alemanas un programa de canciones tirolesas, que incluía también aquel villancico, aun de ámbito regional. Parece que fue en Leipzig donde esa música encontró una recepción entusiasta y desde entonces comenzó a extenderse su éxito.
La pregunta es qué tendrá que ver todo esto con la política internacional, temas que suele ser el de estos comentarios. Parece que nada, en principio. Y esto es lo interesante: hay acontecimientos mundiales que no tienen nada que ver con la política. A veces es bueno recordarlo, cuando pensamos que, en el fondo, todo depende de la política, de poder, de la influencia. Que se quemara el órgano de un pueblito austríaco, ¿tiene que ver con la política? Que el vicario hubiera escrito un villancico y el maestro del pueblo le pusiera música, ¿tiene que ver con la política? Que el director de un coro de una pequeña ciudad austríaca (el 1 de enero de 2014 tenía 3954 habitantes) decidiera incluir aquel «Stille Nacht, heilige Nacht» en su gira por Alemania, ¿tiene que ver con la política?
Pero quizá encierra también un mensaje para la política (y la vida social en general): las traducciones hacen con el texto lo que quieren. En el original se habla de «noche silenciosa», así empieza el villancico escrito por Josef Mohr, nacido por cierto en 1792 en Salzburgo, que pertenecía entonces al Sacro Imperio Romano-Germánico y fallecido en 1848 a pocos kilómetros de Salzburgo, en lo que entonces era el Imperio Austríaco: ¡cuánto ha ido cambiando el mapa europeo!
«Noche silenciosa»: los dos autores austríacos asocian el silencio a la Navidad. Quizá no estén lejos de la liturgia de la Iglesia, que aplica a la Navidad -probablemente ya desde el judeocristianismo, o sea, los primeros siglos- las palabras de la Biblia, del libro de la Sabiduría concretamente: “Cuando un sereno silencio lo envolvía todo y la noche estaba a la mitad de su curso”, , bajó a la tierra “desde el Cielo tu omnipotente Palabra”. ¿Será que los grandes acontecimientos tienen algo que ver con el silencio?
¿Será que los proyectos maduran en el silencio y no en el griterío? Esa maduración que evita, por ejemplo, que se promulgue una ley que a las pocas semanas (casi) todo el mundo quiera modificar Por poner un ejemplo, casi al azar, sin ánimo de ofender.
Así que: ¡Feliz Navidad! (todavía queda, todavía queda: mientras veamos los nacimientos ahí está la Navidad). Y feliz año 2015, lleno de silencios creativos y de maduración.