Y tú, ¿qué querías ser cuando eras niño?, por Jessy Gonzáles

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Hace unos días en clase de yoga, la instructora empezó hablando del swadharma. Poco había escuchado del dharma y su significado. Del swadharma no había escuchado nunca. Pero la explicación me pareció tan simple y tan importante a la vez, que volví a casa con la tarea de compartirla.

La profesora explicó que el swadharma es actuar en concordancia con la propia naturaleza, es “hacer lo correcto”. Pero lo pongo entre comillas, porque no se trata de hacer lo correcto de acuerdo con un juicio de valor o con una filosofía determinada. No. Se trata de ser, hacer y actuar siguiendo el rol que nos toca cumplir en el mundo. Y si eso te parece demasiado espiritual, religioso o puro palabreo; no te culpo, a mí también me pareció un poco. Pero, ¿acaso no es ese el rol que todos tratamos de descubrir cuando acabamos el colegio? La profesora nos invitó a pensar en esa idea durante nuestra práctica de yoga y recordar qué era aquello que nos gustaba mucho hacer cuando éramos niños. Aparentemente, nacemos sabiendo cuál es ese rol en el mundo e irónicamente al crecer en ese mismo mundo, lo olvidamos.

Coincidentemente, el almuerzo del día del padre se convirtió en una tarde de orientación vocacional. Y conversamos de lo difícil que es elegir a los 16 o 17 años qué quieres hacer el resto de la vida, cuando el sistema educativo (por lo general) nos prepara para aprender todos lo mismo y de la misma manera, no para descubrir en qué somos buenos o qué es lo que más disfrutamos hacer. Recordé entonces el documental “La educación prohibida”, un extracto sobre la educación finlandesa en el último documental de Moore y el TED Talk sobre la educación y la creatividad. Todos coinciden al decir que el sistema educativo tiende a reprimir a ese niño que sabe qué es lo que lo hace feliz, qué es lo que hace mejor y por tanto, cuál es su rol en el mundo, como dice el swadharma.

Pero claro, luego de reprimir por 12 años, y a veces más, a ese niño que sí sabe, obligamos a nuestros adolescentes a tomar decisiones sobre el resto de su vida, sobre algo que aparentemente los ayudamos a olvidar. Ahora bien, a quienes me preguntan, siempre les digo que la decisión vocacional no es una, sino varias. No es que decides qué estudiar y luego estás condenado a ello. No. Sí es una decisión importante la de escoger qué estudiar en la universidad, pero las decisiones vocacionales también se dan cuando elegimos dónde trabajar, en qué proyectos involucrarnos, qué especialidades seguir, qué tipo de voluntariado hacer, etc., etc., etc. Sin embargo, ¿no sería más sencillo enseñarles desde niños a cultivar ese rol para el que no solo son buenos, sino que además los hace felices?

“Si sigues el camino correcto, el swadharma, no hay forma de que fracases. Y no les digo que en este momento dejen todo y hagan eso que los hacía felices de niños, pero sí que se comprometan a dedicar una parte de su tiempo y de su vida a esa actividad”. Eso fue lo último que recuerdo de lo que dijo la profesora en clase y tiene mucho sentido. Cambiar el sistema educativo quizás tome años, pero ver la forma de enseñarle a nuestros hijos a que cultiven esa actividad que los hace felices, debería ser más fácil. Sin embargo, solo podremos enseñar algo así en la medida en que los adultos lo pongamos en práctica también. Y tú, ¿recuerdas qué te hacía feliz cuando eras niño? ¿Sería posible que lo pusieras en práctica ahora? ¿Será posible en el Perú?