Yonhy, cómprate una conciencia; por Eduardo Herrera

2.679

¿Fue delito de acoso sexual? ¿fue una conducta anti ética? ¿fue un gileo burdo y asqueroso con visos de reciprocidad del otro lado? ¿llegó a ser una infidelidad? ¿por qué no denunció antes? ¿por qué no da la cara? ¿es creíble la versión de Yonhy? Todas estas interrogantes son algunas de las que se debaten en la cotidianidad de un asunto privado que trascendió la barrera.

El caso Lescano me lleva a mirar que, en la vida común y corriente de los otros mortales, parece no existir un límite claro entre “lo correcto” y “lo incorrecto”. Esto puedo inferirlo de las preguntas que me hacen ya en el terreno de mi consulta profesional: ¿puedo salir a almorzar con un funcionario público? ¿puedo dar un regalo a un cliente? En fin, la lista es larga y creo que el punto ya se entendió.

El punto es que nada está claro (en lo aparente). Esta es la razón por la que estamos recurriendo constantemente a la señalización de la conciencia. Carteles, por ejemplo, como aquel que (normativamente) debió colocarse en el aeropuerto Jorge Chavez y por el que, tristemente, seremos un hazmerreir en otros países. Está prohibido discriminar, te lo recuerda la autoridad.

Sí, seguramente saldrán aquellos virulentos a rechazar la frivolidad de mi posición. No, no es posible decir que el caso Lescano no está claro -podrían decirme. Lo más preocupante de todo es que estamos eliminando la posibilidad de la discrepancia que es un derecho legítimo (por favor no necesariamente necesita un cártel o una norma legal). Mi derecho consiste en poder estar en desacuerdo y que no me maten. Llegamos entonces al choque inevitable entre razón y pasión.

En medio de esta polarización sangrienta en que se han convertido muchos de los debates nacionales, invoco a la conciencia. Sí, al famoso “Pepe Grillo” que tenemos todos sentado en nuestro hombro. No hacen falta carteles, ni artículos pomposos e ineficientes, basta solamente ejercer lo que se conoce como conciencia; aquel intangible que nos señalará el camino, aquella que nunca nos miente.

¿Se producirán consecuencias legales en el caso en cuestión? ¿cómo influirá “la politiquería” nacional en estos menesteres? Son interrogantes que no pueden, hoy, ser despejadas. La controversia, según me parece, ya trajo una mella reputacional considerable (aunque siguiendo otros ejemplos, podría decir también que en este país los “muertos” no existen). En fin, más allá de eso lo que yo recomendaría no es necesariamente comprar una conciencia, eso fue un intento de jalar miradas y si Usted está leyendo estas líneas es porque lo logré. La conciencia nos invita a usarla, a pensar con detenimiento, bloqueando la ceguera de la mayoría furiosa que, dicho sea de paso, no es tal. Razonamiento crítico le dicen otras personas. Ahí está, todos lo tenemos.

Lucidez no necesariamente comparte las opiniones presentadas por sus columnistas, sin embargo respeta y defiende su derecho a presentarlas.